Del paisaje, los afectos y la muerte
EL RÍO DEL EDÉN José María Merino Alfaguara, Madrid, 2012.
Con un comienzo in medias res y narrada con el expresivo recursos de segunda persona, de El río del Edén presenta a Daniel y Silvio, camino de una laguna donde van a depositar las cenizas de Tere, esposa y madre. Daniel conversa con Silvio, un niño especial, con síndrome de Down, algo que le permite una interpretación inesperada del mundo. El recorrido hacia El río del Edén (nombre con el que bautizaron ese espacio Daniel y Tere en sus años de juventud y de amor) constituye el armazón narrativo de la obra. En él se sitúan las sensaciones del presente y el recuerdo de lo que fue en el pasado la convivencia entre ambos.
Esta recuperación psicológica (enriquecida con la interpretación personal de Silvio) supone la visión literaria de la obra, con un final dramático, pero esperanzador. El rescate de los recuerdos amorosos con Tere y paternales con Silvio, suponen para Daniel una visión diferente del paisaje y de los sentimientos. El paisaje vivido bajo los efectos de la pasión amorosa vuelve recreado con un nuevo sentido. Algo parecido ocurre con los sentimientos, en buena parte sin el fulgor de antaño, pero enriquecidos con la presencia de Silvio. La novela es, comenta el autor, «una historia de espejos»: el paisaje es el espejo inerte e invariable del pasado y Silvio el espejo dinámico y humano del presente. El amor será también una forma de conocimiento. Los recuerdos que el autor recrea hacen de la obra una novela generacional, pero son sobre todo una prueba de contraste de personalidad. Daniel responde a un doble humano: es generoso y mezquino, bondadoso e intolerante; proclive al egoísmo. Esta triste dicotomía se hace patente en la estancia de Tere en la universidad americana y en el nacimiento de Silvio. Ambas experiencias muestran a una mujer comprometida, responsable y generosa, valores humanos que Daniel casi nunca muestra. Tal vez en su inconsistencia humana se halle la posible explicación de sus escarceos amorosos, muy comprometidos en algún caso.
El paso del tiempo y las circunstancias personales generan un cambio en Daniel, que consigue un acercamiento personal a Tere y un verdadero afecto por Silvio. Esta nueva condición explica la armonía entre ambos, camino de la laguna para depositar las cenizas. La visión adulta y racional de Daniel se ve enriquecida con la interpretación peculiar y espontánea de Silvio. En el último capítulo culmina todo lo ocurrido. Mientras Daniel y Carla su cuñada esperan la llegada del nuevo día para buscar a Silvio, perdido la tarde anterior, Daniel recuerda claves de la muerte de Tere. La tristeza del pasado es ahora la alegría del presente: «Sientes que recuperar a Silvio ha sido como recobrar algo del Edén perdido tras tanta pena y tanto fracaso». Es el digno final en el que se aglutinan las claves de la bella polisemia humana y artística latente en la obra.