Diario de León

El mito literario de la Alhambra

l. Un estudio desvela las obras que se inspiran en el palacio granadino. la investigación se ha realizado a partir de más de dos mil referencias literarias e históricas de autores de muy diversos países

Vista panorámica del palacio nazarí de la Alhambra de Granada

Vista panorámica del palacio nazarí de la Alhambra de Granada

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antonio martín (COLPISA)

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De los escritos moriscos a los autores árabes de hoy, como el libanés Amin Maalouf o los poetas iraquí Al-Bayati y sirio Nizar Qabbani, los artistas musulmanes (y también cristianos) se han inspirado en la inagotable belleza y simbología que encierran el palacio y los jardines de la Alhambra de Granada.

Así lo refleja un estudio científico a partir de más de 2.000 referencias literarias e históricas desde el siglo XV hasta nuestros días que, financiado por el Plan Nacional de I+D+i, ha realizado un grupo de arabistas de la Universidad de Alicante, dirigidos por el catedrático Luis Fernando Bernabé. Este experto ha relatado a Efe que, además de Maalouf en León el Africano y de Al-Bayati y Qabbani, han leído referencias de la Alhambra (que significa Fortaleza Roja) en multitud de obras de autores musulmanes identificándola como el punto culminante de Al-Andalus, la etapa dorada en la que dominaban las ciencias y las artes.

Ejemplo de este papel en el imaginario colectivo musulmán en poemas, novelas, romances, teatros y crónicas históricas son la egipcia Radwa Ashur, que incluso tiene una trilogía sobre Granada, y su compatriota Husain Munis, en su Viaje por España , entre otros. El Romancero de Abenámar, donde se dice que está labrada «a maravilla» (siglo XV), los documentos históricos de Luis del Mármol Carvajal, los relatos de los primeros viajeros italianos como Andrea Navagero y la producción de Alonso del Castillo, traductor de Felipe II, reflejan la fascinación que, igualmente, despertó el palacio (y también el moro de Granada) desde el lado cristiano. Se añadieron después algunas de las figuras literarias occidentales, como Washington Irving, quien incluso tuvo habitación en el palacio y que escribió sus conocidos Cuentos de la Alhambra , Víctor Hugo para encumbrar la Alhambra romántica o el alemán Heinrich Heine, con su poema Almanzor en el siglo XIX.

Y no ha decaído la atracción hasta hoy con multitud de referencias en autores tan leídos como Salman Rushdie ( El último suspiro del moro) y Paulo Coelho ( El alquimista).

En un primer momento, la Alhambra evocaba en los literatos cristianos el «poder absoluto» por la victoria sobre los entonces infieles mientras que para los moriscos, como Mancebo de Arévalo de Aragón con sus tratados aljamiados (castellano con caracteres árabes), era la dolorosa derrota que puso fin a su cénit.

«Pero pronto pasó a convertirse en un símbolo universal para los árabes y no árabes al encarnar la convivencia entre las dos culturas, tanto por haber sido construido por los primeros como conservado por los segundos en la Europa cristiana, lo que da pie a unos diálogos conceptuales y simbólicos muy ricos», ha subrayado Bernabé. De esta manera, Al-Andalus y su máxima expresión, la Fortaleza Roja, son apreciados por los artistas árabes como elementos íntimos de un pasado «esplendoroso», que les lleva a la «emoción» con la esperanza de un futuro mejor.

Se trata de un símbolo siempre emotivo para los árabes y no de una llamada a una nueva conquista, como sostienen algunos portavoces integristas (como Bin Laden en algún comunicado), que intentan manipular unos sentimientos universales, ha subrayado el catedrático de la Universidad de Alicante.

Considerado uno de los conjuntos arquitectónicos más reconocibles del planeta, entre los símiles que se le atribuyen desde el ámbito musulmán están algunos relacionados con la pérdida de Palestina. En el lado estrictamente literario, se le compara con sentimientos tan puros como el dolor, la melancolía, la nostalgia y, al mismo tiempo, con la belleza, el hedonismo o el amor verdadero.

La musicalidad del agua de las fuentes, la majestuosidad del salón de los Embajadores con su techo a modo de constelaciones, el Patio de los Leones, el mirador del Lindaraja o la imagen invertida de los palacios al reflejarse en las láminas acuáticas figuran entre los rincones o elementos más citados. La investigación fue iniciada por María Jesús Rubiera, aunque al poco murió y fue reemplazada por Bernabé al frente de un grupo de arabistas formado por Mikel de Epalza (también fallecido), Eva Lapiedra, Francisco Franco Sánchez, José Cutillas y Jorge Pascual.

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