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poesía

Entre la llama y la ceniza

con la cal en los dedos Pilar Blanco Prólogo de R. Virtanen, Instituto Leonés de Cultura (Provincia), León, 2012. 200 pp.

Publicado por
josé enrique martínez
León

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Así ha sintetizado su obra Pilar Blanco: entre la llama y la ceniza. La llama de la pasión y la pérdida, el fervor de la poesía y la ceniza de la vida. Pilar Blanco dispone de un mundo poético firmemente consolidado. En esta ocasión recoge poemas de sus ocho libros y de algunos cuadernillos. El conjunto se presenta como un camino sin grades desviaciones, seguro de sí mismo desde el principio, aunque se puedan encontrar matices cambiantes, porque la vida con sus desasosiegos los va imponiendo, y porque la escritura va abriendo nuevas maneras y nuevos mundos que la poeta explora moviéndose siempre entre la llama (lo positivo) y la ceniza (los aspectos negativos del vivir). Incluso se podría hablar de diferentes etapas en el camino recorrido. Voz primera (1982), Mundos disueltos (1998), Vocabulario íntimo (1998) y A flor de agua (2000) conforman una atmósfera lírica con dos características principales: cierto intimismo, pues la poesía mira a los adentros del alma y del corazón, poetizando el amor, la soledad o la memoria. El tono reflexivo y hondo, que evita el paisaje externo y el menor atisbo anecdótico o narrativo, es propio de toda su poesía, que se centra en el hombre en cuanto tal, lo que nos permite hablar de poesía esencialmente existencialista.

A partir de Mar de silencio y La luz herida, los dos publicados en 2004, aunque la voz fluya mirando hacia “las tierras del alma”, y allí se aúnen sentimiento y reflexión (el tiempo, esperanzas rotas, fantasmas personales...), la poesía apunta a los problemas más hondamente humanos: el destino, la vida y la muerte. Yo creo que la poesía de Pilar Blanco ha avanzado por dos caminos convergentes: la depuración formal y la meditación en torno a las realidades existenciales del hombre. A los dos libros anteriores seguirán Ceniza en 2005 y El jardín invisible en 2006. El primero, escrito desde la radical soledad existencial, como una meditación sobre la vida desde la perspectiva de la muerte –visible huella gamonediana-, forma con los dos anteriores una trilogía de negatividad existencial. El jardín invisible poetiza la fragilidad humana y la búsqueda (sueños, afanes, nostalgias) como fin en sí misma y cuyo único encuentro es la muerte, la única certeza. Con palabra cada vez más adensada, la poesía de Pilar Blanco ha madurado en la meditación sobre los temas de la gran poesía de todos los tiempos.