Diario de León

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La fatiga del precursor

JESÚS TORBADO (1943), QUE ESTE VIERNES CUMPLIÓ SETENTA AÑOS, FUE EL PIONERO DEL ‘BOOM’ DE LAS LETRAS LEONESAS. SE ESTRENÓ CON EL PREMIO ALFAGUARA (1965), OBTUVO EL PRIMER PLANETA CON FRANCO MUERTO Y ‘EL PEREGRINO’ (1993) REMATÓ SU CADENA DE ÉXITOS. LLEVA TRECE AÑOS SIN PUBLICAR NUEVOS TÍTULOS .

El escritor leonés Jesús Torbado, en una imagen del año 1970

El escritor leonés Jesús Torbado, en una imagen del año 1970

Publicado por
ERNESTO ESCAPA
León

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A principios de los sesenta, Torbado vagabundeaba por París después de haber dejado los frailes, mientras publicaba versos en Claraboya, escribía Las corrupciones y ganaba premios en la provincia. Ya casi vencido 1965, el día de los Inocentes, recibió el primer Premio Alfaguara, mientras estaba arrestado en un cuartel de Valladolid. Luego, la jerarquía le organizó un homenaje castrense, en el que intervino Cela como padrino literario. El recluta Torbado había superado con su primera novela a otros concursantes ya famosos, como Francisco Umbral o el viejo exiliado Corpus Barga, que al final de la guerra cruzó la frontera del destierro con Machado enfermo en sus brazos.

NOVELA GENERACIONAL

Las corrupciones se convirtió en viático para toda una generación. Muñoz Molina ha evocado el impacto que le supuso este libro, que fue lectura de cabecera de los jóvenes de la época. Su protagonista vive una crisis de identidad que le lleva de la seguridad a la duda, del inconformismo al nihilismo. La novela relata un proceso de orfandad, la crónica de una intemperie, y se resuelve con la invitación al individualismo, a la celebración vital, al peregrinaje inconformista, al disfrute de otros aires y de ámbitos distintos.

La segunda mitad de los sesenta resulta especialmente prolífica para la obra de Torbado. Publica la novela corta Profesor particular y recoge una selección de sus relatos en El general y otras hipótesis . Pero el éxito de Las corrupciones tiene mosca a la censura , que se ceba con sus siguientes libros. Tierra mal bautizada , su viaje por Tierra de Campos encargado por Cela, tardará casi tres años en ver la luz en Seix Barral. Su segunda novela, La construcción del odio , sufrirá toda suerte de mutilaciones, que la dejan desfigurada, sin referencias reconocibles y convertida en una parábola de utopismo abstracto. Incluso Historias de amor , que agrupa varias novelas cortas, perderá en su primera edición El poeta viaja a Suiza . Su tercera novela, Moira estuvo aquí (1971) fue finalista del Premio Águilas. Una historia impregnada de simbolismo, que parte de una anécdota policíaca para construir un mundo mágico de resonancias clásicas, un territorio fascinante por el que transitan algunos personajes inolvidables.

INTERMEDIO TESTIMONIAL

Durante los setenta Torbado sustituye en su obra el testigo generacional por el testimonio histórico. Novela los tumultuosos días finales de Franco en Sobresalto español (1976), gana el Planeta con En el día de hoy (1976), una ucronía sobre la guerra civil, y en colaboración con Leguineche reúne las confesiones de Los topos (1977), aquellos seres desdichados que sobrevivieron escondidos durante décadas a la fiereza de la represión. A la misma especie documental pertenece ¡Milagro, milagro! (2000), un inventario exhaustivo e irónico del alucinado hipermercado de las apariciones y de la milagrería nacional. Sobresalto español , secuestrada por la censura, reapareció diez años más tarde como El fin de los días .

En 1982 publica La ballena , una novela de transición dentro de su obra, que recupera el aroma y los personajes de sus testimonios generacionales, pero con una mirada más irónica y con mayores dosis de decepción. Yo, Pablo de Tarso (1990), biografía novelada del apóstol de los gentiles, cierra la producción de la década. En medio había publicado Camino de Plata (1988), resultado de una creciente dedicación a la literatura viajera, género al que pertenecen otros cinco libros de los noventa, además de la antología Viajeros intrépidos (1998).

LA DESPEDIDA DEL PEREGRINO

El inspector de vírgenes y otras pérdidas (1991) fue la segunda agrupación de sus relatos, a raíz de los premios Hucha de Oro y Antonio Machado. Por su parte, Héroes apócrifos (1994) reúne textos en los que la historia se filtra por el tamiz de la ironía o es observada desde la complicidad del desengaño. El peregrino (Premio Ateneo de Sevilla 1993) recrea los inicios de la peregrinación jacobea, en una época dominada por las imposturas y supersticiones del milenarismo. En su relato se encuentran algunas de las páginas más hermosas que se hayan escrito sobre lugares venidos a menos de la calle Mayor de Europa.

El imperio de arena (1998) combina historia y ficción, ambientadas en el territorio africano de Sidi Ifni. Su protagonista impone su desdicha sobre un paisaje dominado por la nostalgia y teñido por el recuerdo de las pasiones perdidas. La delicadeza de su perfil novelesco la convierte en parábola de un escenario salvajemente hermoso, alimentado por la añoranza y poseído por el abandono.

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