Entre lo real y lo onírico
baila, baila, baila Haruki Murakami Traducción del japonés de Gabriel Álvarez Martínez. Tusquets Editores, Barcelona, 2012.
Publicada en 1988, Baila, baila, baila plantea esos mundos que ya han sido tratados en alguna obra anterior: el mundo de la realidad y el de los sueños, espacios de parecida vigencia humana y literaria. Como en tantas ocasiones, la experiencia vital transforma con intensidad determinados escenarios, haciendo de ellos un espacio nuevo. Esto le ocurre al protagonista de la novela, un redactor freelance que retorna al Hotel Delfín, donde vivió experiencias eróticas con Kiki, a quien pretende reencontrar. El hotel es en la actualidad el el moderno Dolphin Hotell, aunque conserva restos inquietantes del pasado, como el «hombre carnero». El encuentro con Yumiyoshi, una bella recepcionista y con Yuki (una niña turbadora e inquietante a quien su madre ha olvidado en el hotel) darán un giro decisivo en la vida del personaje.
Narrada en primera persona, la búsqueda del pasado, en lo material y en lo psicológico, pondrán al protagonista en situaciones delicadas, reales en unos casos y oníricas en otras.
La relación con Yuki, es una de las relaciones humanas más interesantes. Convertido en tutor personal suyo, uno y otro compartirán momentos muy intensos, dada la perspicacia, inquietante a veces, de la niña. De ahí que no se justifique debidamente el final de esos contactos personales.
Una serie de muertes ocurridas de forma extraña y la relación del protagonista con su viejo amigo Gotanda, sirven de base argumental para una obra que se cierra de forma circular: el reencuentra del protagonista con Yumiyoshi le permite rescatar simbólicamente el viejo Hotel Delfin, aunque el misterioso «hombre carnero» esté ya ausente, incluso en esa pesadilla vivida en la habitación del hotel. En Baila, baila, baila se observa la maestría narrativa de Murakami, pero el lector tiene a veces la impresión de que ciertas escenas y ciertas reacciones de los personajes desentonan en estas páginas.