Diario de León

poesía

Testaferro de lo que no tiene voz

quien manda uno Pablo López Carballo Amargord, Madrid, 2012. 92 páginas.

Publicado por
josé enrique martínez
León

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Las apreciaciones que me suscitó el primer poemario del cacabelense Pablo López Carballo, Sobre unas ruinas encontradas (2010), pueden transponerse al segundo, Quien manda uno: abstracción, desnudez, complejidad y enigma por su difícil penetración. No es poesía para un lector acomodado ni acomodaticio, sino poesía exigente, conceptual, que no busca la emoción, a no ser que empleemos el oxímoron de moda: la inteligencia emocional. La labor del crítico es también complicada, pues su afán aclaratorio puede crear nuevos enigmas, como hace Eduardo Milán en la contraportada: «El lenguaje se aleja del no acto en su afuera»; hermosa frase para espantar lectores.

En mi breve indagación, me serviré de versos significativos, como éste: «La concepción del mundo como hurgón. ¡Atiza!». La poesía como medio de hurgar en la realidad. Pero el hurgón es también el hierro con el que se atiza la lumbre y el estoque para herir, quizá con el significado de incitar y conmover que tiene también «hurgar». Pero las brasas que atiza el poeta son palabras, y éstas no son la realidad, sino mera figuración, testigos de su imposible apresamiento: «Las brasas son imitaciones de colores, / no tentativas de realidad, y reconstrucciones figurativas...». Otro verso dice: «También yo me hundo / porque tengo límites». Esos límites aparecen en varios poemas con signos como la armadura o los cielos de uralita. El poeta no renuncia a sobrepasar esos límites, aunque la salida lleve a ningún sitio. Los sobrepasa el deseo de «un ir hacia algo», aunque ese algo sea una «búsqueda inútil». Una parte del poemario tiene extraño y largo título para poemas muy breves: «Diecisiete propuestas de puntualización para varios temas comunes o cómo matar mil pájaros con una mano en un solo movimiento». Pero las propuestas o poemas son quince y los «temas comunes» supongo que son los de la poesía de siempre, si nos dejamos llevar por las varias citas en distintas lenguas (de Dante, Goethe, Carlos Willians, etc.). Lo que sí hay es dispersión gráfica, huecos de no fácil relleno. Otra parte se titula Laberinto, lo que implica artificio, desorientación, extravío, etc. El hilo de Ariadna es aquí «el hilo del que tirar / para deshacer la mosquitera». Laberinto imaginario de la poesía, con el deseo acaso de «liberarse de los acontecimientos», de prescindir del referente. En fin, el camino no ha quedado desbrozado, aunque dispongamos de alguna luz para evitar el tropiezo.

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