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Aventurarse en la mente del asesino

l. ’El oscuro carisma’ analiza la atracción de las masas hacia Hitler. «El dirigente nazi habría pulsado el botón nuclear y destruido el mundo», asegura el historiador británico lAURENCE REES

Mural titulado ‘Zugzwang’’, con imágenes de Adolf Hitler y del artista Marcel Duchamp, obra del artista alemán Rudolf Herz

Publicado por
miguel lorenci (colpisa)

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Mediocre, de escasa altura intelectual, pésimo actor, más astuto que inteligente, pero dueño de un notable y pernicioso carisma que utilizó para conducir a millones de será humanos al abismo de la destrucción». Lo dice el historiador y documentalista escocés Laurence Rees (Ayr, 1957) toda una autoridad en la Segunda Guerra Mundial, el holocausto y el nazismo que publica El oscuro carisma de Hitler (Crítica).

Durante dos décadas ha investigado a fondo la compleja personalidad de Adolf Hitler y el viaje que llevó a un inane político de tercera del que mofaba el electorado a ganar cumbre del III Reich aclamado por las masas y pone al mundo al borde de su destrucción. Es una paradójica escalada política, fatal y destructiva, alentada por una crisis sin precedentes, «caldo de cultivo de su delirante ascenso» y que podrá darse de nuevo. «Vivimos otra crisis y no estamos a salvo, ni mucho menos, de que emerjan figuras semejantes a Hitler». «La historia jamás se repite y no habrá otro Hitler. No nos da lecciones pero nos avisa. Escribí el libro y la serie e Nazis, un aviso de la historia para evidenciarlo». «Hemos de saber que en 1928 los nazis obtuvieron menos del 3% de los votos, que los alemanes se tomaban a broma a un Hitler que les resultaba chistoso, pero que en enero del 39 era canciller», enumera. «Hitler es la misma persona. Solo cambió la situación económica», insiste Rees, Estima que su perniciosa acción pudo ser mucho más catastrófica y superar el horror de la guerra y el holocausto. «Imaginemos —plantea— que su ascenso al poder y su desafío bélico se hubiera producido diez años más tarde». «Si Hitler hubiera tenido acceso a armas nucleares, en lugar de suicidase habría apretado el botón nuclear y habría destruido el mundo con él sin dudarlo. No me cabe duda» sostiene Rees. «También estudié el régimen japonés que es similar. Si todo hubiera pasado 15 año más tarde, el mundo no existiría, así que quedémonos con lo bueno de un siglo horrible», propone. «Hitler no era un loco ni un lunático. Ofreció a las masas el mensaje con el que soñaban y caló entre los miserables y los ricos» explica, Rees. Hizo lo que hizo a conciencia. «El mismo resumió su vida como un esfuerzo incesante por convencer a otros y no hay en Hitler un ápice de arrepentimiento», asegura. «Su último testimonio antes de suicidarse deja clarísimo que siempre creyó actuar correctamente y a favor del pueblo alemán. Y es porque sentía que somos animales y que echar la culpa al tigre por comerse al antílope es absurdo».

Sobre Hitler se había investigado casi todo: desde sus oscuros orígenes familiares a los últimos días de su vida en el búnker. Eran un enigma las razones que explican cómo un ser tan ayuno de talento arrastró a millones de seres humanos a un abismo semejante.

Carisma

Ofrece Rees una visión nítida de la adulación a Hitler por parte de millones de alemanes que sustentaron su «autoridad carismática». «El carisma no se da si no lo aprecia otro. Hemos de tener claro que un ser despreciable puede ser carismático y que el carisma no existe en una isla desierta». «La figura más carismática de El Paraíso perdido de Milton es el diablo. Tendemos a pensar en el carisma como algo positivo, pero Max Webern nos enseñó que el carisma no es ni bueno ni malo. Es neutro», refiere.

Recuerda Rees que Hitler fue relegado en la primera guerra mundial por falta liderazgo. «Nunca se contentó con nada. Leía extensivamente, pero era incapaz de sistematizar nada. No quiero pensar qué hubiera ocurrido si se hubiera centrado y cultivado sus capacidades». Admite que «la astucia es su mejor cualidad» y que «tenía instinto». «No es como el ser crispado que retrata la película El hundimiento, centrada en sus últimos días. Es significativo que los alemanes no hayan hecho un película de los años 30 al 33 cuando Hitler se revela como un político astuto y muy distinto al Hitler derrotado». «Su carácter estaba muy dañado, pero la paradoja es que ese daño podía ser percibido como un fortaleza. Su vida es desoladora; sin familia, sin relaciones personales, tradujo su debilidad en fortaleza, pero en esencia era el mismo en 1910 que en 1945».