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«Lo realmente pornográfico es la rutina de un trabajo fijo»

l. El leonés Hernán Migoya publica la edición definitiva de ‘Todas putas’ . No tiene pelos en la lengua ni en la pluma. Si hace diez años entró en la literatura por la puerta del escándalo con ‘todas putas’, ahora vuelve a la carga con la edición definitiva de ese libro. Dice que no es un provocador, sino una persona sincera...

david campos

León

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—¿Como lleva ser el escritor que la democracia quiso prohibir?

—Muy bien. Alguien tenía que hacer el trabajo sucio y reírse de nuestros tabúes de hoy. Como bien sabe usted, los buenos escritores satíricos siempre son represaliados en vida por su propia sociedad, así que quizá eso sea garantía de algo. Sólo espero que los ingleses me rescaten algún día, como hicieron con Cervantes.

—Publicar la edición definitiva de ‘Todas putas’ ¿es una nueva provocación?

—No. Es insuflar nueva vida a un libro que gusta mucho a las mujeres y que les ayuda a ser más independientes, a reírse de la guerra de sexos y a no hacer tanto caso de la facción «ablacionista» del feminismo, ésa que sólo considera a la mujer como ser humano digno en tanto cumple sin rechistar el rol de víctima del hombre.

— Incluye un capítulo ‘El violador 2 (La secuela)’ para explicar todo el jaleo, ¿era necesario?

—Escribí ese cuento para el libro de relatos Putas es poco, que también se incluye íntegro en esta nueva y preciosa edición de la editorial Rey Lear. Y, a juzgar por cómo me vetan o me insultan todavía en tantos medios, parece que sí, que era necesario, ¿no?

—¿Por qué vuelve con el mismo libro una década después?

—Llevo veinte años trabajando como uno de los guionistas de cómic más respetados de España y diez escribiendo un puñado de ambiciosas novelas de todo tipo y temática, pero para los medios generalistas sigo siendo solamente «el autor de Todas putas ». Hace poco, durante la promoción de la última novela que he publicado ( Una, grande y zombi ), un periodista me confesó off the record que su lectura le había entusiasmado, pero al iniciar la entrevista, cambió completamente el tono a una hostilidad «oficial» y su primera pregunta a bocajarro fue: «¿Cuánta violencia contra la mujer incluye en este nuevo libro?». ¿Usted cree que eso es justo? Bueno, pues así llevo aguantando diez años en mi vida pública, escriba lo que escriba. Así que, ¿por qué no volver con la obra que tanto obsesiona a tanta gente, con cuentos añadidos que alimenten más esa obsesión?

—Cómo acabó con su editora, que en el momento del escándalo era directora del Instituto de la Mujer?

—Escandalosamente bien. Si visita mi página de Facebook, verá colgada la foto de nuestro cariñoso reencuentro hace un par de semanas. Ella fue la verdadera represaliada de todo este asunto, acabaron con su carrera política y su vida pública: curiosamente, una mujer valiente ha sido la gran víctima de los talibanes y talibanas que persiguieron Todas putas.

—Vargas Llosa, Gimferrer, Muñoz Molina y Elvira Lindo, entre otros, salieron en su defensa, ¿mantiene alguna relación con ellos?

—Con los Vargas Llosa, sí. Al haber vivido muchos meses en Lima, he tenido varios encuentros con ellos y me han tratado siempre con un cariño y respeto que todavía me emociona. A Gimferrer no le conozco, pero me encantaría, porque es un librepensador. Muñoz Molina y Elvira Lindo también se portaron muy bien conmigo. Pero con quien mejor relación mantengo ahora es con Lucía Etxebarría. Jamás he conocido mujer más equilibrada, humilde, modesta, solidaria, desinteresada… pero sobre todo, sexy. Y encima, sabe escribir. Ella es la que acuñó esa famosa frase determinista sobre Ponferrada y lo lógico que resultaba que yo fuese de allí: «Ese sitio donde el alcalde acosa a sus concejalas…».

—¿A este país le falta sentido del humor?

—Solamente cuando hay que reír de frente. Es un país que ríe mucho cuando la autoridad no mira. Recuerde: ¡todos nuestros padres fueron antifranquistas sin excepción! Juan José Millás es el perfecto ejemplo de esa hipocresía: se autodefine adalid de los oprimidos, para vivir con la opulencia de los opresores; critica un poder, pero sirve al otro como criado fiel. En el fondo es como esos obispos rijosos que tanto odia: dice una cosa y hace otra. Y de vez en cuando se hace el indignado moral, como los curas. Eso sí: autocrítica, cero.

—¿Cualquier tema, incluso un violador, puede ser abordado desde el humor?

—Debe serlo, si ese humor no responde a intereses creados. Piense que debido al humor de Todas putas he conseguido poner de acuerdo a la derecha y la izquierda más reaccionarias de este país: ambas coinciden en odiarme. ¡Merezco el Cielo!

—¿El libro tuvo otras consecuencias?

—Básicamente, gracias a él soy un escritor ninguneado en España. Muchos de mis lectores son lectoras y latinoamericanas.

—¿En ‘Una, grande y zombi’ usted ya ofrecía una terrorífica visión de la crisis, tiene bola de cristal?

—Conozco a mi pueblo.

—¿Si fuera zombi a quién mordería?

—Más que morder, me comería entera a Dolores de Cospedal, por el morbo que me da y por hacer un servicio a mi país. Morder morder en plan arisco, mordería a Cayo Lara, el «Torquemada» de Izquierda Unida: me parece la encarnación perfecta del Gran Inquisidor tradicionalmente español, ese santurrón que nunca ríe para sentirse moralmente superior a ti y hacerte creer que has cometido un pecado mortal... ¡Ríase o le muerdo!

—También es guionista de ‘Nuevas Hazañas Bélicas’, ¿no es agotador inventar continuamente nuevas historias?

—Es más agotador trabajar en una fábrica, se lo aseguro. Y la Guerra Civil Española bien se merece esa inventiva. Pero en vez de hacer dramones maniqueos, Nuevas Hazañas Bélicas propone por vez primera hacer pulp con nuestra guerra, historias de acción y entretenimiento desde ambos bandos. La verdad es que la adhesión de tantos buenos dibujantes españoles a la serie demuestra lo hartos que estamos todos de la cultura de escaparate.

—En ‘Plagio’ contó el duro secuestro que sufrió su pareja, ¿finalmente se va a llevar al cine?

—María Ripoll está en ello. Ojalá, porque admiro muchísimo a esta cineasta catalana. La última buena noticia es que Paco Plaza quiere rodar Unidos en la división, el álbum de Nuevas Hazañas Bélicas que escribí sobre la División Azul.

—Usted es el único guionista español que ha publicado en las legendarias revistas norteamericanas ‘Heavy Metal’ y ‘Mome’, ¿Cómo lo hizo?

—Les gustaron mis guiones y les gustaron los estilos visuales de Iron y Juaco Vizuete, sus maravillosos dibujantes. Y, por suerte, allí no leen las condenas católicas de Millás.

—¿Qué relación mantiene con León?

—Sólo mantengo relación con Ponferrada, que es donde nací, porque mi padre, que ya estaba instalado en Barcelona en los años 70 trabajando de carpintero, no quería que yo fuese catalán. Así que hizo viajar en tren a mi pobre madre a punto de parir hasta El Bierzo, para que yo naciera berciano... Como ve, mi padre, siendo de Fabero y anticatalán, hace gala de un fanatismo nacionalista digno de Esquerra Republicana. A mí me encanta ser de Ponferrada: en Cataluña, es mi «hecho diferencial». Estas Navidades pasé unos gozosos días ponferradinos con mi familia.

—En su película ‘¡Soy un pelele!’ denunciaba el sistema de subvenciones del Ministerio de Cultura. Habrá hecho muchos amigos....

—Sí. Álex de la Iglesia corrió a mandarme un mail intentando persuadirme de que cerrara el pico. Aún guardo su pringoso mensaje como oro en paño. Parece uno de esos «consejos» que a Marlon Brando le daba el Sindicato de Estibadores en La ley del silencio...

—¿En qué proyectos está metido ahora?

—He escrito una nueva novela, El inventor de amor, sobre mi promiscuidad sexual: expongo cómo parece que el sexo termina siendo lo único revolucionario que queda en nuestra sociedad y cómo lo realmente pornográfico es la rutina de un trabajo fijo; y lo escandaloso, la vida de una familia «normal». Mi agente ya tiene la novela en sus manos y está entusiasmado.

—¿Qué opina de la reforma educativa, con la vuelta al catecismo, que planea Wert?

—Que yo catearía el Catecismo adrede.

—Personajes como Urdangarín o Bárcenas, ¿no le seducen para un libro o una película?

—Me seducen para que me subvencionen ese libro o esa película, ahora que son ellos quienes al parecer manejan el dinero público y privado en España...

—¿Cómo consigue vivir de la literatura?

—En realidad, soy negro literario de Rosa Regàs. Cuando dijo en la Ser que yo era como un violador y que merecía cumplir una pena en la cárcel como tal, la quise conocer y nos hicimos muy amigos. Tanto, que ahora me gano un pastón escribiendo de tapadillo esas novelas suyas que ganan tantos premios. Esto no es verdad, claro. Tampoco era verdad lo que ella dijo en la radio.

—¿Mantiene relación con el ‘clan’ de escritores leoneses?

—Sólo con los de mis tiempos underground: Vicente Muñoz Álvarez, gran persona, y los amigos del Club Leteo. En cuanto al «clan» de autores leoneses, sólo he leído a Luis Mateo Díez: es, sin duda, el mejor escritor de nanas que ha dado este país.

—¿Conoce a dibujantes leoneses como Javier Zavala, Toño Benavides, Martín o JAN?

—Soy amigo íntimo de Miguel Ángel Martín. Es un artista excepcional y pensamos igual en muchas cosas. Él es más cínico, yo más romántico. Como la suya, mi obra de cómic es mucho más dura que la literaria, pero dado que ni Juan José Millás ni Pilar Rahola ni Carlos Francino leen cómics, pues no se enteran y así puedo escribir en esos tebeos lo que me dé la gana sin recibir sermones.

—¿Tiene un imán para la polémica?

—Yo no pretendo provocar, pero la sinceridad, aunque sea expresada en tono jocoso, sienta mal. En España estamos acostumbrados a que el artista no muestre sus propios demonios, a que los disimule hipócritamente para poder medrar tranquilo en su pedestal. Lo que los demás ven como provocación y polémica en mí, no es probablemente más que honestidad, autocrítica y mucho odio hacia mí mismo.

—¿Cómo se le ocurrió vestirse de mujer para posar en la solapa del libro?

—Para demostrar que sé reírme de mí. Creo que entiendo bastante bien a las mujeres, me he pasado la vida rodeado de ellas, así que quise homenajearlas. Además tenía la intuición de que estaría buena como mujer. ¡No me equivoqué!

—¿Se arrepiente de algo?

—De no haber salido por la TV bailando la conga la primera vez que me localizaron los medios a raíz del escándalo de Todas putas, hace diez años. De no haberles seguido el juego mediático a mis verdugos. Ahora estaría ganando millones supliendo a Pipi en Hombres, mujeres y viceversa. Y en Ponferrada me habrían puesto una estatua junto a la de Luis del Olmo… ¡aunque aún no descarto que algún día lo hagan!

—He visto una foto del gran Arrabal con su libro en la mano, ¿qué ha dicho de él?

—«¡Yo la primera!».

—¿Es usted seguidor del milenarismo...?

—Soy seguidor del «melinarismo», religión que he fundado y que ofrece culto a una única divinidad: mi mujer, Melina.