Diario de León

Un pulso entre la ficción y la memoria

l. Ángeles Mastretta indaga en los secretos de su familia en su novela ‘La emoción de las cosas’. la emoción de las cosas Ángeles Mastretta Editorial Seix Barral. 320 páginas. 18,50 euros.

alberto aja

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miguel lorenci (colpisa)

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Ha conseguido convertir un fracaso en éxito y poner un feliz punto y final a todo un desafío. La escritora Ángeles Mastretta (Puebla, México, 1949) se propuso hacer una novela sobre los secretos de su propia familia. Muchos años después de la muerte de su progenitor comprendió que sabía «poco o nada» de él «y aún menos de sus secretos». Quiso reconstruir su vida en una novela.

El empeño se reveló imposible, «porque la ficción tiene el deber de mentir para ser creíble y no podía novelar una realidad tan cercana, no podía inventa a mis padres». Así las cosas, Mastretta acabó escribiendo acaso su libro más personal, en el que «la memoria y la emoción se imponen a la ficción» y que resultó «balsámico» para la escritora. «Somos lo que dejamos en los demás» dice ahora que ha pasado el tráfago y ofrecer al lector La emoción de las cosas ( Seix Barral), un libro en el que palpitan las emociones y en el que se alterna la felicidad y la amargura.

«Está marcado por la melancolía, que no es un sentimiento necesariamente triste» anticipa la autora de novelas como Arráncame la vida, Mal de amores, los relatos de Mujeres de ojos grandes y misceláneas como El mundo iluminado. Asegura que si ponemos en una balanza las tristezas y las alegrías que encierra el libro, «el fiel se acabará inclinando del lado de la alegría, aunque sean muchas las tristezas».

«Es un libro de las emociones, de la memoria, un camino hacia un pasado tan apasionante como desconocido», afirma. «Ha salido de mis entrañas y con él he puesto en orden mi vida. Me he vuelto más humilde» dice muy segura de sí, vencidas los temores que le impidieron tratar esta historia de secretos de familia como una novela.

Se puso manos a la obra hace tres años. Se adentró en la espesura de un inextricable secreto familiar y se enfrentó al denso silencio su entorno había guardado durante décadas y que quería desentrañar. Supo que su padre, muerto antes de cumplir los 50 y cuando ella tenía 19, tomó parte de joven en la Segunda Guerra Mundial, que combatió en Italia y vivió una apasionante historia de amor deliberadamente sepultada y que rastreó sobre el terreno. «Nunca quiso hablar del pasado, de modo que me pregunté qué derecho tenía a indagar en algo de lo que él jamás quiso hablar» apunta la escritora. «Comprendí que somos lo que dejamos en los otros, lo que se recuerda de nosotros, pero también lo que callaron y no nos contaron, de modo que me puse a escribir esta historia que me obligaba renunciar a mi religión, que es la ficción, un tesoro que da vida y las cambia, pero que no podía utilizar esta vez», lamenta.

«Es un libro de memorias regido por la memoria y que, como todo lo que escribo, participa de mi empeño de darle vueltas a la vida» insiste. «No me ha dejado limpia de memoria, pero sí me la liberado de esa la urgencia o la necesidad de contar cosas de mis padres y mi infancia».

«Afrontarlo y escribirlo fue una bendición, un bálsamo que me curó de muchas cosas» reconoce ahora que ha culminado el reto mediante casi un centenar de micro-narraciones que configuran una suerte de diario vital. Anuda en él su feliz y desahogada infancia junto a sus cuatro hermanos en México con la recuperada existencia de sus antepasados italianos, sus abuelos, y sus padres. «Escribirlo ha supuesto que deje de afligirme. Estoy en paz con una parte de mi pasado que me hubiera gustado que me contaran».

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