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Giner de los Ríos: la épica en busca de un pueblo

l. La Fundación publica tres volúmenes sobre el legado del impulsor de la Institución Libre de Enseñanza. HAY VECES EN LA HISTORIA DE UN PAÍS EN LAS QUE PARECE QUE LAS COSAS PODRÍAN CAMBIAR... ESO OCURRIÓ CON LA INSTITUCIÓN LIBRE DE ENSEÑANZA, LA ESPERANZA DE UN PUEBLO TRUNCADA UNA VEZ MÁS

León

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Corría 1910, como si fuera hoy, cuando Joaquín Costa, con la vehemencia de su argumentario regeneracionista, le espetaba a Giner: «¡Hace falta un hombre!», a lo que éste respondía que lo que España necesitaba era un pueblo.

La Institución Libre de Enseñanza fue precisamente eso, el intento de crear un pueblo, un pueblo que nunca más gritara ¡Vivan las cadenas!, un pueblo libre, dueño de su futuro. Y, para ello, se puso en marcha un sistema que los forjara tanto desde la cúspide como en la base. «De aquí, la superioridad general del maestro, bajo el punto de vista pedagógico, no obstante la brevedad de sus estudios; de aquí que la universidad, con todas sus mucetas, borlas y medallas, tenga mucho que aprender de la escuela, por decaída y mísera que esté, como lo está entre nosotros; y que la reforma de los métodos, con la consiguiente regeneración de nuestra enseñanza y de nuestra educación y de nuestra vida entera nacional, sea de la escuela, no de la universidad —como cuerpo— de quien deba en primera término esperarse. No olvidemos la ley de que las más altas concepciones sobre la ciencia, la educación y la enseñanza nunca germinaron, ni menos dieron fruto práctico, hasta penetrar en la escuela, en cuyo suelo arraigan para inflitrarse en la vida social y de donde partirán siempre todos los progresos pedagógicos». Este texto pertenece al artículo de Francisco Giner de los Ríos maestros y catedráticos, publicado en el BILE en 1884. Es tan moderno que incluso a día de hoy parece revolucionario.

Se ha hablado tanto que parecería que no queda nada por decir, pero esta obra demuestra que no hay nada definitivo. La institución Libre de Enseñanza y Francisco Giner de los Ríos. Nuevas perspectivas se acerca bastante a la investigación decisiva sobre el proyecto que pudo cambiar el espíritu de la sociedad española.

La obra, publicada por la Fundación Giner y Acción Cultural Española con la colaboración del ministerio de Cultura y la Vicepresidencia del Gobierno, está dividida en tres tomos. El primero de ellos aborda la reforma liberal de la política española emprendida por los institucionistas, mientras que en el segundo volúmen se analiza la influencia que la empresa krausista tuvo en la vida cultural española. La obra se cierra con un libro que reúne una antología de textos de todos los protagonistas de la época.

Destacan José García Velasco, presidente de la Institución Giner, y Antonio Morales, profesor de la Universidad Carlos III, que una de las características del pensamiento institucionista fue el patriotismo, pero un sentimiento que no quiere decir ser nacionalista «ni en lo agresivo de esta política ni en su inclinación retrógada en punto a la idealidad y tipo de vida en una nación determinada». Explican este concepto aludiendo a una anécdota del que fuera director de la Residencia de Estudiantes, Alberto Jiménez Fraud: «Un día, en el tercero o cuarto año de vida de la Residencia, me dijo un joven ministro conservador, colaborador nuestro, en respuesta a palabras mías que él estimaría demasiados fervorosas: ‘¿Pero usted cree que esto es España?. No, pero lo será’, respondí con tal natural convicción que, mirándome, se quedó pensativo».

Sostienen los autores que Giner y el resto de los institucionistas consiguieron, a pesar de todo, legar gran parte de su pensamiento a la España actual —«no sólo por las transformaciones sociales y económicas, sino también porque, con todas las deficiencias, la sociedad española es más tolerante y democrática»—.

El hispanista británico J. B. Trend consideraba que Giner era el primer español moderno y estos tres volúmenes demuestran precisamente que con la ILE se abrió la puerta a la modernidad, a la idea de que el pesimismo —como decía Galdós— es una forma de pereza mental, que la idea de progreso es inexorable y que la voluntad individual siempre marca la diferencia.

El volumen dedicado a la política se abre con un análisis de María Cruz Romeo Mateo, en el que habla de la introducción del krausismo en España antes de la revolución de 1868 y se cierra con un estudio de Alejandro Tiana Ferrer en el que explica de qué manera influyó la ILE en la democracia española.

Pero ¿qué fue el krausismo? ¿en qué consistió esta (por muchos calificada como menor) escuela de pensamiento alemana creada por Krause. Sin ella, no puede entenderse todo lo que vino después. Destaca el profesor Antonio Morales Molla que el krausismo fue, ante todo, una metafísica, un complejo sistema filosófico, fundado en un racionalismo armónico que tiene como hecho fundamental la intimidad entre Dios y el ser particular. Esta característica inunda esta teoría filosófica de un marcado cariz religioso y, por lo tanto, la piedad y la redención ocupan un lugar esencial. Sólo así puede entenderse la labor pedagógica de la ILE.

Pero, sin duda, el protagonista de esta nueva ‘tanda investigadora’ es Francisco Giner, el Sócrates español. Bajo su liderazgo, y con la ayuda del resto de institucionistas, se diseñó —según destaca José García Velasco— una estrategia a medio y largo plazo, planificada cuidadosamente y desarrollada a partir de la década de los ochenta del siglo XIX gracias a algunos pequeños organismos públicos, tales como el Museo Pedagógico de Instrucción Primaria y la Comisión de Reformas Sociales. Explica el presidente de la Fundación Giner que este organismo fue el un think tank desde el que los institucionistas impulsaron su plan de modernización española. Este proceso culminaría con la JAE en 1907 y, tres años después, con los centros dependientes de ella. «Lo iniciado por Giner con la Institución sólo se pudo apreciar cabalmente cuarenta años después, tras su muerte, cuando ya se había creado la Fundación que lleva su nombre, la Residencia de Estudiantes se había trasladado a la Colina de los Chopos y había inaugurado su grupo femenino en la madrileña calle Fortuny, y la Junta había consolidado su proyecto», sostiene García Velasco.

Una de las novedades de la obra es el estudio realizado por la profesora leonesa Elena Aguado, que realiza un análisis inédito acerca del proyecto realizado en León por Francisco Fernández Blanco y Sierra Pambley.

Destaca Elena Aguado esta cita de la Comisión de Reformas Sociales: «La creación de las escuelas de Villablino, Hospital de Órbigo, León, Villameca o Moreruela de Tábara se encaminó a «convertir el oficio en profesión y hacer que el hombre pase de máquina de trabajo a director inteligente del trabajo mismo (...) dándole despejo intelectual y amplitud de horizontes (...) que le permitan, cuando ocurra una crisis económica, cambiar de oficio e informarse en otro u otros».

Destaca la profesora de Historia Contemporánea de la Universidad de León que por entonces había leído Gumersindo de Azcárate un artículo del magnate norteamericano Andrew Carnegie, en el que defendía la libre competencia, si bien lo reconocía como causante de los problemas sociales, con lo que cifraba la solución en la administración de la riqueza, siempre a cargo de quienes la poseen. «Azcárate utiliza el referido artículo y el debate al que dio lugar para manifestar una vez más que la preocupación por el problema social es internacional y para extraer un modelo de implicación de riqueza individual en la solución al conflicto, por encima de creencias religiosas, escuelas de pensamiento o adscripciones políticas», sostiene Elena Aguado. La historiadora defiende que Azcárate discutiría sin duda el alcance de estas cuestiones con Fernández Blanco, quien respondía exactamente al perfil de «discreto hombre rico que proponía Mr Carnagie», destaca Aguado.

Añade Elena Aguado que Sierra Pambley fue algo más que una obra filantrópico-educativa en favor de las clases menesterosas. «Se inscribe en un proyecto social de carácter reformista, liberal y democrático, que entronca con la mejor tradición ilustrada del social liberalismo español y europeo», explica la historiadora. En su investigación, queda claro el carácter revolucionario de un proyecto que se dirigió de manera finalista a la enseñanza profesional y al desarrollo del medio rural en una provincia de interior.

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