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Los versos del desencanto
LOS AJUSTES DE CUENTAS FAMILIARES ENTURBIARON LA RECEPCIÓN DE LA POESÍA DE LOS PANERO. LA MUERTE RECIENTE DE JUAN LUIS OFRECE LA OPORTUNIDAD DE VOLVER A SU OBRA. divergente
Después de un primer libro que se benefició en su edición y acogida de la orfandad del primogénito, quedó relegado del lanzamiento de los novísimos (1970), en el que sí entró su hermano Leopoldo, por las venganzas de Gil de Biedma, que fue el gran muñidor de las antologías de Castellet. Ya en la anterior, había dejado fuera a Juan Ramón, a quien de paso tildó como «señorito de casino rural» y de nuevo repitió el capricho. La manía a Juan Ramón tenía que ver con su gresca con Cernuda. En el caso de Juan Luis Panero, Gil de Biedma no encajó bien el despecho que supuso su huida y posterior boda con Marina Domeq, después de haber acudido a anunciarle a Aleixandre su boda con él. Así que puso al hermano, en un gesto de sibilina represalia. Las interioridades de cómo se urdió aquella antología de los novísimos las refiere con gracejo Sarrión, ayudante de Hortelano en la maniobra de Madrid. A quien no pudieron llevar al redil fue a José Miguel Ullán, entonces muy vinculado a Claraboya, a través de Agustín Delgado.
Como poeta, Juan Luis Panero dibuja una trayectoria cuya constante es la lírica reflexiva, de corte elegíaco. Un camino marcado por la fidelidad a sí mismo, a sus pasiones y lecturas, cuyo dictado lo aleja del culturalismo retórico dominante en la estética de los novísimos. Sus versos tienden a la meditación agria y aviesa, que a menudo se proyecta sobre su biografía, y ese vínculo conecta su obra con la tradición cernudiana, a través del filtro tutelar de los poetas del medio siglo. Así que en su irrupción aparece como epígono de Brines o Gil de Biedma, poeta de quien brotan las corrientes poéticas que van a resultar dominantes durante la transición. Desde muy pronto, su poesía ofrece un catálogo de fracasos, pérdidas y melancolía, una confidencia de homenajes literarios, cuya iconografía lo aleja del acarreo gregario de sus coetáneos. Eliot, Cernuda, Cavafis o Pavese son su contraseña.
La breve obra poética de Juan Luis Panero se agrupa en dos recopilaciones, de 1984 y 1997, que revelan la constancia de sus temas esenciales y el progreso de una expresión depurada. Juegos para aplazar la muerte (1984) reúne sus tres primeros libros de poesía: A través del tiempo (1968) y Los trucos de la muerte (1975) completos, junto a una selección de Desapariciones y fracasos (1978). El primero, dedicado a su padre, vio la luz en Cultura Hispánica, mientras Los trucos de la muerte (1975) encontró acomodo en la colección Provincia de León. Había sido finalista con Antonio Colinas de la tercera Bienal de Poesía, que obtuvo un cofrade malagueño.
GALERÍA DE FANTASMAS
El año de la Bienal, coincidiendo con el duodécimo aniversario de la muerte de Panero, se celebró en Astorga la inauguración del monumento que hizo Marino Amaya. Como recuerda Dámaso Santos en sus memorias, Juan Luis y su madre llevaban tiempo con la matraca de su requerimiento, para que la ciudad no olvidara a su poeta. Intervinieron en el estreno, mezclados con un tropel de autoridades, Alonso Luengo, Gullón, Crémer, Rosales, Dámaso Alonso y Juan Luis, que dio las gracias, antes de que se explayaran las danzas maragatas de la Sección Femenina. Las secuencias de todo aquello pasan a la película El desencanto (1976), de Jaime Chavarri, hijo de la periodista azul Marichu de la Mora, la amante casada de Dionisio Ridruejo. Ante los ruidos del estreno en septiembre, Juan Luis abandona la casa de Astorga, donde había pasado el verano.
Aquella despedida marcó su ruptura con el legado del padre, en cuya estela había cabalgado tres lustros con provecho. Primero fue editor de su Poesía 1932-1960 (1963), con prólogo de Dámaso Alonso, en Cultura Hispánica. Luego, preparó las Obras completas (1973) de Leopoldo Panero para Editora Nacional. Finalmente, firmó la Antología (1973) de la colección Selecciones de Poesía Española, que había dejado colgada Gimferrer. Durante ese tiempo, Juan Luis Panero factura abundantes textos turísticos para el ministerio de Fraga y trabaja como editor en Selecciones del Readers Digest, primero en España, donde hereda el puesto de su padre, y luego en Colombia y México. Esa tarea de editor, que luego prolongará en el Círculo de Lectores, le facilita el contacto con los grandes de la literatura hispanoamericana del momento: Rulfo, Borges, Paz, Bioy Casares, Mutis. Una vez instalado en el Ampurdán, obtiene los premios Ciudad de Barcelona, con Antes que llegue la noche (1985), y Loewe, con G alería de Fantasmas (1988). La película Después de tantos desencantos (1995), que rueda Ricardo Franco, el primo de Javier Marías, lo encuentra alejado de los ruidos de la carcoma, y enseguida muestra su rechazo ante aquella exhibición del deterioro de sus hermanos. A estas alturas de su obra, resulta llamativa la capacidad que muestra para teatralizar sus sentimientos, que convierte en expresión exquisita de su propia experiencia. En 1997 publica en Tusquets su Poesía completa (1968-1996) y dos años después se retira con E nigmas y despedidas. En 2000 ve la luz Sin rumbo cierto, sus memorias conversadas con el profesor Fernando Valls, que reciben el Premio Comillas.