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poesía

La música de mi alma

poemas de amor Darío Jaramillo Agudelo Prólogo de L. García Montero, Visor, Madrid, 2013. 106 páginas.

Publicado por
josé enrique martínez
León

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El amor ha sido y es uno de los grandes temas de la poesía. Algunos poetas han hecho vibrar con ahínco la fibra sentimental de los lectores: Catulo en la antigüedad; Garcilaso idealizó a la mujer amada; Bécquer ha hecho temblar a muchos adolescentes; Salinas o Neruda lograron acaso conmovernos... En esa lista hay que situar al colombiano Darío Jaramillo, cuyos Poemas de amor han alimentado la emoción amorosa de miles de lectores desde que fueron publicados en 1986. En España no ha tenido la misma fortuna; de ahí la oportunidad de la nueva edición de un libro que, a pesar del título tan directo y ordinario, es ajeno a lo trivial y a lo cursi. Jaramillo es en este momento, fallecido recientemente Álvaro Mutis, el poeta colombiano de mayor estima internacional, acaso por escribir una poesía comunicativa sobre temas que nos incumben como el amor real o anhelado en este caso.

El amor supone un otro cercano o imaginario, un otro para amar y ser amado. No es un sentimiento momentáneo o fugaz. Cuando el otro se va, permanece su aliento, su olor, su calor. El poeta, imbuido de dicha, desearía escribir un poema con el ritmo de las pulsaciones de la persona amada y con la intensidad de sus abrazos. El amor es también una impaciencia por ver, por oír, por sentir «tu sabia lengua que inventa mi piel». El amor da sentido al mundo y hace la vida más habitable, pues «expulsa de mi corazón todo el asco acumulado y lo apacigua y lo llena de música». Un sentimiento tan vehemente como el amor no lo abarca la palabra, pero es la única arma del poeta. Estas y otras ideas nos dicen los Poemas de amor, cuya segunda parte, Escenas de la vida diaria, alude a la soledad como condición del hombre, lo que abre el campo a la elegía, impregnada también de amor, de otro amor (la familia, el amigo desaparecido) menos efusivo. De la nostalgia es otra sección del libro. La nostalgia supone pérdida y añoranza, brota de lo recordado y perdido, por ejemplo de una niñez feliz e intemporal. ¿Cómo recuperar el asombro ante el mundo, «aquel territorio desconocido por la muerte»? De nuevo el arma es la palabra, pero que fue «ayer iluminación, hoy trampa», como lo es la «vana memoria que no puede traerte desde lejos». Finalmente traza Jaramillo su Colección de máscaras hablando por boca de Heráclito o de Salinger, en una especie de monólogo interior, muy usado entre nosotros desde el magistral empleo que de él hizo Luis Cernuda.

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