Diario de León

«Una de las riberas más hermosas del mundo»

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Al margen de las anotaciones educativas y pedagógicas —su principal objetivo—, Luis Bello hace, como hemos dicho, otros muchos apuntes, paisajísticos entre ellos. Viaja desde León a Villablino para conocer la realidad que allí le lleva, por la ribera del río Luna, «una de las riberas más hermosas del mundo»: Lorenzana, Camposagrado, Otero de las Dueñas, Miñera, Láncara, Barrios del Río Luna… «Es difícil —subraya— encontrar paisaje más romántico, y, sin embargo, vamos a descubrirlo muy pronto. Empieza la gran escenografía de los montes, asomando, como en marea, una tras otra, sus olas de un azul cada vez más claro». Sigue por Sena, Villafeliz, Piedrafita, Villaseca, Río-Oscuro, hasta Villablino, en uno «de los viajes más atractivos que pueden hacerse en España». Llegado a la capital del Valle «y entrando en la casa montañesa donde vivía Sierra Pambley, despierta tanta simpatía el fundador como la fundación».

Recorre la Laceana de los prados, Laceana de las minas, como titula un capítulo, una «naturaleza fuerte, capaz de sumarse y asimilarse el carbón, armonizándolo con el hórreo y la vaca y el frutal en flor»: Rioscuro, Orallo, Ramajo, los dos Caboalles, San Miguel, Llamas… «Vamos a citar —anota— el caso de Sosas de Laceana como ejemplo. Tiene cincuenta y dos vecinos. La escuela —amplia, clara, limpia, magnífica— fue construida por el pueblo con subvención de la Liga de Amigos de la Escuela. Hizo el desmonte, acudió con las facenderas —la prestación personal—. En nada ayudó el Ayuntamiento de Villablino, ni tampoco la Siderúrgica, ni menos el Estado. Se basta Sosas de Laceana para que sus hijos y su maestro estén bien instalados, con su biblioteca y con leña y carbón para la estufa todo el invierno. Asisten cincuenta y ocho niños. De ellos, ocho o diez de la Siderúrgica. Ahora, en los meses de marzo y abril, falta de cada cinco uno, porque salen a guardar las veceras. Pero luego van todos. Trabajan con fe. Los aldeanos reprochan al vecino que no manda a su chico a la escuela. El maestro, perteneciente a esta nueva generación, llegó a conseguir del pueblo que construyera un teatrito donde sus alumnos representaron obras dramáticas. No hay un analfabeto».

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