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La provincia modelo

l. En 1926, con 1.439 escuelas, León era el territorio más alfabetizado. Luis Bello (1872-1935) fue abogado, político, escritor, periodista y un pedagogo de gran actividad a quien sorprendió mucho el nivel educativo alcanzado en las tierras leonesas

Niños de La Veguina en la antigua escuela, a principios de la década de los treinta

Publicado por
alfonso garcía
León

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Fue en las páginas de El Sol donde Luis Bello llevó a cabo la obra por la que será siempre recordado: durante años viajó por toda España visitando escuelas, hablando con maestros, alumnos, autoridades y todo tipo de gentes del pueblo. Los artículos que reproducían estos viajes despertaron no sólo la admiración, también, y sobre todo, el interés de las gentes por mejorar la enseñanza. Con un estilo depurado y claro, reunió estos trabajos en cuatro volúmenes, lo que constituyó una obra monumental y la más recordada de su notable producción: Viaje por las escuelas de España . Fechada en Madrid en 1926 (Ed. Magisterio Español), la obra completa fue reeditada en 2005 por la Junta de Castilla y León. Merece la pena su lectura, por muchísimas razones. También por los contrastes que puedan establecerse con la actualidad.

«León y su provincia —escribe en el capítulo XI, Llegada a León. La provincia modelo — cuenta con mil cuatrocientas treinta y nueve escuelas. Es la cifra máxima… León es la primera en asistencia escolar. Muy cerca del noventa y tres por ciento de la población escolar está matriculado, mientras en Cádiz no pasa del veintidós». En este viaje, en el que se anotan interesantes descripciones y apuntes —muy valiosos, además, como documento—, no sólo está el interés por el Valle de Laciana, paradigma educativo de la época, sino toda la provincia, que «tiene primacía sobre el resto de España». A pesar de la pobreza de las escuelitas rurales que, «entre cuatro paredes de barro y un techo de paja sin salida de humos, dan la cifra más honrosa en las estadísticas escolares».

Caso aparte es la capital, que no está en consonancia con la tendencia de la provincia. Así es de explícito: «Yo esperaba más de León; mayor esfuerzo por parte del Ayuntamiento. Apenas si se han preocupado de las escuelas en los últimos veinte años, y creo prestarles un buen servicio a los leoneses diciéndoles sinceramente que están obligados a honrar su primer puesto en la estadística construyendo nuevas escuelas graduadas, dotándolas de buen material y no dejando perder, como ciudad, el sitio que pobre y modestamente supieron conquistar las aldeas». «Aquí —escribe—, como en cien lugares de la provincia, la iniciativa individual crea instituciones de enseñanza por remediar la flaqueza del Estado y del Concejo». Se refiere específicamente a la fundación Sierra Pambley y a las Escuelas Julio del Campo. La primera, a la que dedica interesantes consideraciones en capítulos siguientes en el viaje por Villablino y Laciana, «abrió en León una Escuela Industrial de Obreros, una Granja Agrícola y una Escuela de niñas. A estos servicios se agregó después la Biblioteca Azcárate».

Escuelas Julio del Campo: «Este es un cantero, un trabajador llegado a mejor fortuna, que tuvo la feliz idea de construir unas escuelas en memoria de su suegro… Si entramos en esa escuela, veremos que el Municipio leonés no corresponde al rasgo del donante. No se estima lo que nada cuesta. Y aunque costara, tratándose de escuelas, sería igual. El esfuerzo de un cantero, hombre del pueblo, merecía ser continuado; pero la ciudad no pensó en ello. Tiene otras cosas actuales, vivas, que le interesan más».

En los capítulos siguientes centra su atención en Villabino y en todo el Valle de Laciana, así como en la excepcional pujanza de la enseñanza a través de la acción de Sierra Pambley, que se concreta también en Hospital de Órbigo.

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