El protagonista de la novela, autor de otro libro
ajuste de cuentas Benjamín Prado Madrid, Alfagura, 2014, 276 pp. qué escondes en la mano Benjamín Prado y Juan Urbano Madrid, Alfaguara, 2014. 100 pp.
A utor de gran versatilidad literaria y variedad de géneros, Benjamín Prado se adentra en el mundo de las finanzas y especialmente en el mundo de la crisis del ladrillo. La novela tiene un contenido temático sencillo en principio: Juan Urbano (un antiguo profesor de instituto, protagonista de otras dos novelas del autor y estrella de los medios) sufre la crisis en sus carnes: despedido de la emisora en la que colabora, se ahoga en una situación casi dramática. Inesperadamente recibe una oferta tentadora: escribir un libro sobre Martín Duque, un brillantísimo empresario de dudosa trayectoria personal y financiera.
El planteamiento, convencional en principio, ofrece un tratamiento original. Martín Duque es un empresario muy culto y tiene un padre que, desde su condición de registrador, le ofrece siempre consejos de austeridad. Juan Urbano, por su parte, tiene una madre de parecida prudencia y él mismo responde a parámetros de razonable honradez. En la obra alcanza una importancia especial Isabel Escandón, mujer de confianza de Martín Duque y organizadora del proyecto editorial. Desde su belleza y desde su profesionalidad condicionará la actitud personal y profesional de Juan Urbano. La novela (planteada en el doble plano de lo personal, narrado en primera persona y de lo profesional, en tercera) discurre por cauces de gran amenidad no sólo por lo narrado sino por el juego metaliterario en el que Benjamín Prado basa. Las tribulaciones de Juan Urbano tienen un final muy concreto, en el que no existe duda alguna a la hora de tomar su decisión definitiva. Con todo, el desenlace tal vez haga ciertas concesiones a los tópicos, ensalzando determinados gestos y actitudes humanas.
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En la página 274 de la novela, Juan Urbano escribe: «Y también me rondaba la cabeza un relato sobre un antiguo torturador argentino (…) y fue detenido muchos años después en Madrid». Curiosamente se trata de Lobo, el penúltimo de los relatos incluidos en Qué escondes en las manos, siete narraciones extensas, en las que se observan actitudes sorprendentes por parte de los personajes. Precedidas de un bello colofón de Coleridge, Benjamín Prado sitúa a sus personajes en tesituras humanas inesperadas, de difícil justificación; el relato con este título puede servir de simbólica justificación. Zoila Sánchez, una funcionaria ejemplar, «se hizo un profundo corte en la mano derecha al ir a partir en dos una naranja (…) y no fue a trabajar». El accidente, de mínima importancia, tendrá inesperadas y curiosas consecuencias. La obligada utilización de la mano izquierda provoca en Zoila un comportamiento tan extraño que hasta cambia su condición sexual. Lo curioso es que de nada va a servir la recuperación de su mano derecha: «Esta escribiendo una carta para Lupe, pero no ha podido seguir. Y en este preciso instante, justo mientras ustedes leen estas líneas, está de pie inmóvil, mirando fijamente el cuchillo con el que se hirió hace treinta días (…) Parece como si su metal estuviera lleno de promesas».
Lejano temáticamente está el bello relato La sangre nunca dice la verdad y de alguna manera otras narraciones en las que el autor juega con un inesperado sentido de la realidad o de lo imprevisible. Es lo que le ocurre a ese viajante que «No era un viajante, era un evangelista» cuando una mañana se despierta «con fragmentos de una h y una zeta» en el índice y en el anular. O a ese personaje que, siguiendo en su coche a una bella mujer camino de su casa, comprueba al verla bajar que no es ella. Son situaciones inesperadas, a las que el lector accede gracias en algunos casos al uso muy original de recursos metaliterarios o al juego con lo inesperado que, siempre, obviamente, permitirán desenlaces diversos, acordes con la sensibilidad del lector.