Diario de León

Gran modernidad literaria

INVITACIÓN A LA MELANCOLÍA Andrés Martínez Oria CSED Marrativa. Astorga, 2014. 542 pp.

Publicado por
nicolás miñambres
León

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Autor aunque tardío de espléndidas obras, Andrés Martínez Oria ha optado en Invitación a la melancolía por planteamientos novedosos. Es una pretensión creativa ambiciosa, lo cual explica la dificultad que puede suponer a algunos lectores. Martínez Oria ha optado por el aprovechamiento de la novela como género proteico, receptor de todo tipo de materiales, sin caer en el peligro de la acumulatio gratuita.

El título anticipa su contenido: la melancolía clásica, considerada como depresión en la actualidad. Ello explica los abundantes pasajes protagonizados por personajes históricos y el profundo tratamiento erudito que reciben. Paralelo a este plano científico discurre el tratamiento literario a través de una profusa muestra de recursos retóricos clásicos y tratamientos modernos. No faltan entre estos últimos procedimientos arriesgados, como extensos párrafos carentes de la pausa del punto y enumeraciones prolijas.

Como complemento a esa visión histórica y erudita, Martínez Oria rinde culto a su espacio vital astorgano, esa ciudad de Altiva en la que confluyen personajes, costumbres y tradiciones del mundo maragato. También en Altiva se hace presente la enfermedad, pero los hábitos del mundo de provincias la subliman. El hallazgo de una vieja carta por parte de Neftalí Avendaño es de alguna manera el punto de partida argumental. A partir de tomará vida «el quinteto de la muerte». Agrupados por Mauricio Tábora, la voz de Ariel Velasco y el propio autor levantan acta apasionada del latido humano. Tal vez la condición más compleja sea la del capitán Eligio Monteamaro. Devorado por los sentimientos, sueña con el retorno imposible de Umbelina y sufre con su hijo Quirino, paciente sufridor de la melancolía.

Pasado histórico y presente vital dan cuerpo al contenido de la novela, enmarcada en un expresivo recurso metaliterario: el autor sobrevive en un estado inquietante, repitiendo el comienzo de la obra en su final: «mirando la mano posada en el libro que acabo de comprar y no sé si podré leer [ya], quizá estas Navidades». No es necesario; lo ha hecho el lector.

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