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Relevo en las tinieblas

‘LA AVENTURA COMUNISTA DE JORGE SEMPRÚN’, DE FELIPE NIETO, GALARDONADO CON EL PREMIO COMILLAS, DESVELA LLAMATIVOS VÍNCULOS CON LA RESISTENCIA AL FRANQUISMO QUE PROSPERÓ EN LEÓN, EN EL ENTORNO DE LA REVISTA ‘ESPADAÑA’. divergente

Cirilo Benítez (foto pequeña), a quien sustituyó Jorge Semprún

Cirilo Benítez (foto pequeña), a quien sustituyó Jorge Semprún

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ERNESTO ESCAPA
León

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Jorge Semprún (1923-2011), liberado del campo de concentración nazi de Buchenwald en 1945, volvió a España en junio de 1953 para retomar la labor de agitación clandestina que hasta entonces había llevado a cabo un ingeniero canario destinado en León. Semprún era nieto de Maura y había salido de España con su familia los días previos al levantamiento militar de 1936. Su padre fue embajador de la República en Holanda y más tarde ministro de los gobiernos en el exilio de Gordón Ordás. A partir de 1941, Jorge Semprún estudia Filosofía en La Sorbona, ingresa en el PCE en 1942 y un año después es detenido y recluido en Buchenwald. Liberado en 1945, hasta 1952 trabaja para la Unesco en París.

Los materiales que entonces maneja Semprún sobre la vida cultural española del interior, para preparar su desembarco clandestino, proceden de dos poetas leoneses, que informan al PCE a través de Manuel Azcárate (1916-1998), heredero de la estirpe leonesa contemporánea con mejor caché liberal. Una parte de ese caudal informativo procede de tres conversaciones de Eugenio de Nora con Azcárate, celebradas en Berna y París, entre febrero de 1950 y diciembre de 1951. A la segunda, en casa de Paul Élouard, asistió también Pablo Neruda, decidido entonces a impulsar una edición internacional de Pueblo cautivo , el poemario clandestino de Nora.

EL BRASERO DEL CURA LAMA

Aquellos jóvenes militantes y compañeros de viaje del interior tenían un instructor común, Cirilo Benítez Ayala (1917-1950), ingeniero de Renfe destinado a León en 1948. Trae de Madrid las indicaciones de Nora y en la ciudad contacta con Eloy Terrón, con los jóvenes poetas José Félix Vega Merino, José Luis Leicea y Antonio Gamoneda, y con el pintor Jorge Pedrero, a quienes reúne en un vagón ferroviario varado en vía muerta. Cirilo era hijo de Simón Benítez, presidente del Museo Canario antes y después de la guerra y muy amigo de Juan Negrín. Había llegado a la Residencia de Estudiantes en 1935 para preparar el ingreso en la escuela de ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, pero el comienzo de la contienda lo devuelve a Las Palmas. Es movilizado y hace la guerra con los nacionales. En 1941 reemprende los estudios de ingeniería y de Ciencias Exactas, que culmina en 1946. Es un matemático especializado en la solución de teoremas, que da clases con José Gallego-Díaz (1913-1965) en la academia que dirigen conjuntamente en Madrid, donde tienen como alumno a Benet. Preparan el acceso a Caminos o complementan sus enseñanzas y se anuncian en Abc .

EL RAMO DE LOS DIALÉCTICOS

Según Gregorio Morán, «Cirilo Benítez, con su porte audaz, fascinó a los jóvenes estudiantes que se acercaron al partido. Fue el primero que utilizó para definir a los marxistas como él una fórmula que haría fortuna: ‘nosotros los dialécticos’. Fue un precursor, pues procedía de un sector no vencido en la guerra civil y además tuvo la audacia de marchar a París y solicitar ¡en los años cuarenta! su afiliación al Partido Comunista». En León, su arrojo y sus conocimientos, además de su actitud vitalista, de un optimismo contagioso, atraen enseguida a los jóvenes poetas que se mueven por la biblioteca Azcárate, buscando orientación y lecturas en la tutela del cura Lama. Cirilo Benítez será el vínculo entre los residuos de la Unión de Intelectuales Libres, a cuyo frente sigue el futuro académico y tío de Mariano Rajoy, Antonio Rodríguez Moñino (1910-1970), y las revistas de poesía legales de León y Canarias, donde los hermanos Millares publican Planas de poesía . A su muerte, la revista canaria le dedica un número de homenaje.

Cirilo se mueve entre Madrid y León en una potente moto con una maleta de cuero llena de libros y propaganda. El mismo día de su accidente mortal en Villallana (Asturias), el director de cine Juan Antonio Bardem trataba de arrancar la Lube que le había prestado Cirilo. Fue a las 9,20 de la mañana del 6 de abril de 1950, Jueves Santo. El expreso Madrid-Gijón acababa de salir de la estación de Pola de Lena, cuando descarriló destrozando la vida a diecinueve pasajeros. Entre ellos, cinco militares y el joven ingeniero, que iba a Gijón a encontrarse con una muchacha con la que había iniciado una relación sentimental. Nunca llegó a saber que se trataba de una infiltrada en la organización, que lo iba a conducir hasta el famoso comisario Roberto Conesa de la Brigada Político Social, que el día antes se había trasladado hasta Asturias para detenerlo.

LACERADOS E INSURGENTES

Antes de regresar a España, Semprún se ilustra con los informes que le pasa Azcárate de sus conversaciones con Eugenio de Nora. El viático se lo facilita José Félix Vega Merino, entonces lector de español en Burdeos, quien lo pone en la pista de Eloy Terrón, a cuya pensión acudirá al llegar a Madrid, en junio de 1953. Vega fue uno de los jóvenes líricos más tenaces de Espadaña , cuyas páginas frecuentó desde el primero al último número. Era hijo de un médico de la Armada y se asentó como catedrático de instituto por Asturias y Santander.

En 1980, Antonio Gamoneda le publicó en la colección Provincia la antología de treinta años de versos, que tituló Lo que a mí me pasa , como el último de sus siete libros, y enseguida se suicidó. También recogió, trece años después, el epitafio en versos deshilachados de José Luis Leicea: Años y sueños. Leicea resultó el peor parado de aquel tiempo de tortura y relámpagos en el cerebro.

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