«Los autores de León siempre van en grupo»
Víctor M. Díez, gran experimentador cultural, radiografía la actual pulsión literaria de esta tierra. «El panorama artístico, creativo y literario tiene en león un valor inversamente proporcional a nuestra realidad económica, política y social». Lo dice uno de los más activos agitadores culturales de la ciudad
Poeta, narrador, actor, músico y organizador de múltiples eventos e iniciativas culturales; el nombre, la inicial, el punto y el apellido de este leonés son del todo insoslayables si uno desea ahondar, aunque sólo sea un poco, en el oleaje cultural de la ciudad. Experto en difuminar los perfiles de las más diversas disciplinas y lenguajes, empeñado en hacer que surja la curiosidad, el roce y hasta la pasión entre ellos, Víctor M. Díez es uno de los coordinadores —junto a Eloísa Otero y Vicente Muñoz— del ciclo que está teniendo lugar en el Musac. Nombrando el porvenir , que ilumina rincones clave de nuestra sala de máquinas literaria.
—Se ha convertido en un tópico eso de León como tierra de escritores, pero suelen figurar, solo e insistentemente, unos cuantos grandes nombres. ¿Son los que despuntan, pero de un magma de autores mucho más amplio?
—Sí, se puede decir que el panorama literario leonés es rico y variado. El interior y el de la diáspora. Sostengo que, lo que sí se ha roto como tópico dentro del tópico, es eso de que los que triunfan en el ámbito literario son los que se han ido fuera. Los tiempos han cambiado en ese sentido. Hoy se puede vivir y desarrollar tu labor en este rinconcito del mundo y estar conectado con los movimientos más interesantes de vanguardia o los centros clásicos. Además, ese ‘magma de autores’ del que hablas está también muy conectado con otra serie de artistas: músicos, fotógrafos, cineastas, teatreros, plásticos… que no son sólo meros compañeros de viaje, sino que se relacionan e interactúan de manera habitual y que crean nudos creativos de extraordinario interés.
—Y acto seguido, ¿responde a la realidad ese lugar común? ¿No pasará lo mismo en cualquier otra mediana ciudad, donde todo el mundo se mira el ombligo con insistencia?
—Vivo en la certeza de que aquí y ahora ocurre algo especial. No es mera endogamia ni autocomplacencia. Tengo una teoría sobre eso. Es personal y refutable, incluso algunos la tacharán de contraproducente: el imaginario general del escritor es algo así como el del ‘llanero solitario’. Aquí, en la provincia, en este cruce de caminos cultural antiquísimo, ha sedimentado la idea de malla, de entramado. Hay una larguísima y rica tradición de comunidad, de grupo. Fíjate que en esta ciudad tan pequeña surgieron revistas de tanta proyección como Espadaña , Claraboya o Cuadernos , auténticas repúblicas libres de escritura en las que se imbricaron las generaciones de González de Lama a Gamoneda y, de estos, a los nuevos autores. Siempre hay grupo, núcleo: los que triunfaron en Madrid (Mateo, Merino, Aparicio…) son considerados como grupo, aunque sólo lo fueran por afinidad vital. Y esa tradición continúa, lo sabemos los que organizamos cosas. Cuando llamas a los veteranos (Gamoneda, Mestre, Ildefonso Rodríguez, Tomás Sánchez Santiago u otros) para un evento, no te preguntan cuándo van a cobrar, sino cuántos jóvenes o escritores desconocidos pueden beneficiarse o hacerse visibles gracias a su presencia. Así lo aprendimos y así lo ejercemos quienes recibimos ahora a los más jóvenes. Aquello que antes eran revistas o tertulias, ahora son editoriales independientes, fanzines, blogs, laboratorios poéticos, ágoras, rondas por los bares, etc... El fenómeno no es estático. Todas las iniciativas que se producen en la ciudad tienen un ojo aquí y otro en panorámica nacional e incluso internacional. Si me pides un titular o un lema, sería algo así como «por mí y por todos mis compañeros».
—De entre los poetas y narradores un poco más ‘soterrados’, ¿crees que comparten temas, motivos, situaciones vitales?
—A mi modo de ver y, aunque parezca contradictorio, a veces hay una ventaja de primer orden en ser «el culo del mundo» y es la de tener una enorme libertad creativa. Los discursos se modulan de manera bastante salvaje y desinhibida. Más allá de los constreñimientos académicos por un lado y fuera de la gestualidad amanerada de los creadores de la ‘corte’. No quiero pecar de demasiado optimista ni parecer acrítico, lo que digo es que el panorama artístico, creativo, literario, tiene un valor inversamente proporcional a la realidad económica, política y social que nos toca vivir en lo cercano y en lo expandido. Las afinidades son más de contexto, situacionales, mientras que los perfiles, las obras que se producen, son más caleidoscópicas, los estilos no son uniformes ni en un mismo autor, los géneros se desvanecen. Los referentes llegan ahora de muchos lados y no sólo a Madrid. Y las relaciones se establecen con Berlín, con Barcelona o con el DF. También esto tiene, en algún sentido desventajas, qué duda cabe, pero yo creo que es mayor la ganancia.
—Pero, ¿y sobre todo los poetas? Parece que últimamente han ‘tomado la calle’ en el sentido más literal. ¿Qué le pasa a esta tierra con la poesía?
—Tiene que ver con lo que te decía antes. La desacralización del texto conlleva, a mi modo de ver, ventajas e inconvenientes. Veo, sin duda, ciertos peligros. Bien está bajar al poeta de la atalaya y que la palabra se haga calle. «Hay que decirlo, alguien tiene que decirlo» parece uno percibir por parte de la ciudadanía. De acuerdo, pero hagamos que tenga interés, que nutra, no podemos caer en la pura soflama y lo vocinglero. La palabra clave en lo creativo es la imaginación. Ese músculo se puede trabajar. Lo que no puede ser es que haya más poema en lo que les escucho a los charlatanes de las ferias y los mercados (que la hay) que en algunos recitales a los que uno asiste. No se trata de quién chilla más. Para eso está el fútbol ¿no?
—Háblanos un poco del ciclo que se está desarrollando estos meses en el Musac.
—Bueno, antes de eso, permíteme una breve reflexión sobre el hecho Musac y su incidencia en la ciudad. Veo ciertos prejuicios ciudadanos y mediáticos hacia este centro, que debería ser uno de los motores de la imagen de la ciudad en el exterior. Creo que están justificadas y que tienen que ver con conductas divas, prepotentes y politiqueras que estuvieron en la génesis misma del proyecto, en su desarrollo personalista y yo diría que hasta ‘pijo’, modernito y distante de la cosa. He publicado artículos dando mi opinión sobre esto desde 2004. Me parecía deplorable, gente que pasaba en zancos sobre la ciudad. Lo universal se teje también desde lo local sin ser mero ‘localismo’. El otro día publicábais un artículo en en que se hablaba de ‘los años dorados’ ¿para quién? En él, se hacía un frontispicio de nombres para impresionar, entre ellos Paul Auster, que llegó aquí por una iniciativa local, como es el premio Leteo, no por el buen hacer del Musac. Me extrañó también la nostalgia con la que se hablaba de las celebrities entre las que se nombraba a ¡Mario Vaquerizo! y de las grandes fiestas de inauguración en Madrid con nuestro dinero. En fin, creo que quizás no estamos siendo justos criticando sin piedad la labor de ahora (que tendrá sus cosas buenas y peores) y mostrarnos tan encantados de aquel elitismo personalista, ciego a cualquier cosa que no viniese de 500 kilómetros, por lo menos. Ahí lo dejo para la reflexión. No es que ahora hablemos bien porque se han acordado de los artistas de aquí. Es que ha llegado alguien que se recorre la ciudad a pie y mira a su alrededor ¿Qué hay aquí? El primer círculo que la piedra hace en el agua puede parecer pequeño, pero se expande y, uno tras otro, puede llegar lejos. Donde antes había un río de dinero ahora parece haber otra cosa. Yo la prefiero, pero allá cada quien.
—Parece que gracias a este ciclo, por primera vez, los poetas y autores soterrados salen de sus guaridas y se exponen a la luz.
—Sí, es una pequeña fantasía. Cuando nos lo propusieron a Vicente Muñoz, Eloísa Otero y a mí mismo, pensamos que, por fin, después de veinte años diseñando y organizando ciclos, lecturas, ediciones, fanzines… nos daban la oportunidad de ofrecer una panorámica sobre lo que se hace en la ciudad y las resonancias que llegan o se proyectan desde ella. Podíamos habernos gastado el presupuesto en traer a media docena de escritores que los tres admirábamos y darnos el merecido gustazo. Ni nuestra ética nos lo permitió ni hubiéramos sido coherentes con nuestro trabajo de años. Lo nuestro, nuestro rollo tiene que ver con eso que Chema Madoz llamaba «regar lo invisible». Desde luego no puede estar todo el mundo, ya nos gustaría. Pero creo que la panorámica del lado de acá y del lado de allá, con unos cincuenta nombres, rinde cuentas de lo que se mueve a nuestro alrededor y nos traemos entre manos. Nombres con repercusión pero con cosas que decir, no sólo por ser conocidos, como Gamoneda, Ferrín, Javier Gallego Crudo, Ana Curra (que lee la poesía del Angel), con otros menos conocidos y en todos los formatos en que los disponemos habitualmente.
—¿Y para ti? ¿Qué ha supuesto y supone en tu vida la poesía y la literatura?
—La verdad, preferiría no hablar de mí. Me ha tocado salir en la foto, pero lo hago en nombre de los artistas y agentes culturales de la ciudad. Creo que los escritores y demás artistas son nuestra mejor bandera ante el mundo, cuidémosles un poco. Por último, quisiera dar señal de uno de esos programas que resulta difícil visibilizar pero que será algo que dará que hablar. Me refiero al laboratorio poético que coordino a propuesta de la Concejalía de Cultura. Eso es una apuesta de futuro, lluvia menuda que va calando en el quehacer de los creadores de la ciudad. Quizás no resulta fácil hacerlo visible en el momento, pero habrá concreciones de lo que ahora parece algo silencioso. Hemos realizado ya tres capítulos de los seis, con un magnífico resultado. Gentes diversas, escritores jóvenes y maduros, artistas de diferentes ámbitos, investigando sobre lo poético a un nivel inusual. Los ponentes están muy gratamente sorprendidos del nivel creativo de los asistentes y éstos ávidos de que llegue el próximo invitado.