Diario de León

poesía

Hable quien hable, se enredan las voces

discurso privado Víctor M. Díez Eolas. León, 2013. 74 páginas.

Publicado por
josé enrique martínez
León

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En 2007 publicó Víctor M. Díez dos composiciones magníficamente ilustradas, Absolved al contrabajo! y Discurso privado, título este que le sirve ahora para su nuevo libro, que acoge, además de aquellas, otras piezas del poeta leonés, el cual indica que su discurso es privado porque es personal y porque remite a la privación de un grito liberador. Pero acaso esta privación del grito sea una voluntaria actitud del poeta, que prefiere la voz cauta y quebrada y no la cháchara o el adorno vano, el fragmento y no lo completo, la música que corre bajo de las palabras y no el ritmo para el oído acomodado. Son propiedades apreciables en la poesía de Díez, que, por lo tanto, difieren de la lectura complaciente y exigen aplicación, relectura, lucidez e indagación y un no dejarse llevar por lo consabido. El fraseo, alejado de los ritmos tradicionales, exige un oído preparado para percibir «la musitada música de una voz interior, tan incesante como casi inaudible». Busca, por lo tanto, un lector no convencional, capaz de asentir a un mundo verbal con el que acaso no se sienta familiarizado. No basta con abrir la puerta de esta poesía, hay que empujarla, como ocurre con la poesía de Emily Dickinson, Celan, Ullán, García Valdés o Méndez Rubio, ámbito en el que se reconoce la voz de Víctor M. Díez, al igual que la de otros poetas leoneses, como Ildefonso Rodríguez, Eloísa Otero o Pablo López Caballo.

Lo material es el punto de partida. Nombrar el mundo es la labor primera de la poesía, sea un redoble de campana, el gancho de los desperdicios que los animales reconocen por el olor, la hija que sueña con un burro o la mujer que tiende la ropa. Es una poesía objetual, en efecto. Pero entre los objetos está el hueco, la fractura, acaso el poema. De ahí la dificultad de su intelección. El poeta escribe: «Un mosaico de diminutos ruidos / que no sabes cómo interpretar». Tampoco el lector lo tiene fácil. Pero ya decía Celan: «Leedme y leedme y acabaréis entendiéndome». Víctor M Díez, por su parte, escribe: «El poema está roto». Lo fragmentario crea fisuras; también perplejidades. Por ejemplo, el comienzo de «Discurso privado», alusivo a la revolucionaria alemana Ulrike Meinhoff: «Y de nuevo quien trae la luz miente». ¿Cómo no preguntarse por esa luz, por quien la trae y por su mentira? El poeta, pienso, quiere no tanto decir lo no dicho como decir como no se ha dicho, es decir, hacer oír su voz en el enredo de las otras voces.

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