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poesía

Una mota oscura y leve sobre la piel

chatterton Elena Medel Premio Fundación Loewe a la Creación Joven, Visor, Madrid, 2014. 52 pp.

Publicado por
josé enrique martínez
León

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En agosto de 1770 murió Thomas Chatterton. Había engañado a todos haciendo pasar sus textos por viejos manuscritos del XV pergeñados por el monje Rowley. Una poeta de hoy, Elena Medel (Córdoba, 1985), autora de Mi primer bikini (2002) y Tara (2006), titula su nuevo libro Chatterton , como si se transfundiera en aquel falsario: «Mentí durante diecisiete años. Mentí después/ en todos mis poemas. He mentido durante los diez/ años siguientes».

No importa: ante la poesía suspendemos la idea de lo verificable para situarnos en el mundo de la ficción, que no es falso ni mentiroso, sino meramente imaginario. En ese mundo, Elena Medel puede decir, como escribió en otra ocasión: «Detesto las dobleces y las mentiras; por eso me implico tanto en lo que escribo». Ahora lo hace desde una primera madurez ante la que siente cierta extrañeza porque esperaba que fuera diferente. Lo que no ha cambiado es el modo de desarrollar el poema o de desenrollarlo: es como si un hilo del que tiramos fuera arrastrando a los demás hilos del tejido; el primer verso parece arrastrar a los siguientes, que se van asociando a él reiterando significaciones y atrayendo nuevas imágenes de las que penden las siguientes. Asociativismo le llamó a esto algún crítico. Y todo ello en un verso libre que no sabemos por qué se corta aquí y no en otro lugar, con escasas vetas irracionalistas que, presentes desde su primer libro, no ha abandonado nunca, al rebufo de algunos de sus poetas preferidos, como Gimferrer y Blanca Andreu.

La imagen del tejido la sugiere también el hecho de que tres poemas seguidos se titulen igual: Maceta de hortensias en nuestra terraza , si bien en cada caso se añade una palabra: ascenso, pulgón y caída respectivamente, tres estadios vitales sucesivos: felicidad, amor y fracaso o caída ilustrada en otro poema con la ciudad de Jericó, como podía haberlo hecho con el vuelo fulgurante de Ícaro y su trágico descenso. O como en otro poema lo podría haber hecho con Sísifo cuando alude a los que viajan en metro hacia el trabajo, de siete de la mañana a siete de la tarde. Prefiero los poemas en los que el sujeto se entrega más a la emoción. Así, Poema de despedida para mi hermana me parece el más sugestivo, además de incidir en algo típico de la poeta, lo familiar, aunque ahora ha pasado el tiempo de la adolescente para poder constatar en el último verso: «Te estoy hablando del fracaso».

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