Vuelve Tarzán: el más mono de los hombres
l. Un libro y una película resucitan el personaje de Burroughs. Eduardo Galán Blanco presenta ‘Tarzán, héroe de celuloide y papel’ , una obra que aporta novedades del personaje a los lectores más curiosos
Buscador de oro en Alaska, minero en Oregón, policía de trenes en Utah, vendedor en el Oeste. y por fin mayorista de sacapuntas, un oficio que le sirvió para afilar sus lápices y dedicarse a escribir. Edgar Rice Burroughs (1875-1950), fracasado en mil oficios, triunfó creando personajes como John Carter o el archifamoso Tarzán, con nueva adaptación en animación 3D ya en la gran pantalla. El escritor hubo de imaginarse cómo era Marte para llevar allí a Carter, e hizo lo propio con África, ya que jamás pisó el continente y todo su saber procedía del libro In Darkest Africa , de Henry Morton Stanley. Tampoco el más famoso Tarzán del cine, Johnny Weissmuller, viajó al lugar donde los espectadores suponían que se rodaban sus películas.
No fue obstáculo para que ambos triunfaran con un personaje que ha protagonizado más de 150 adaptaciones de televisión y cine, ha vendido cientos de millones de cómics y ejemplares de sus 24 novelas originales, además de videojuegos y un variopinto ‘merchandising’ que hizo millonario al autor y sus herederos. Y es que son legión quienes, como Javier Krahe, guardan desde niños en el desván de sus sueños «el plan de vivir como Tarzán y saltar de liana en liana». Un anhelo aventurero de este hombre mono despierta en sucesivas generaciones y que el libro de Eduardo Galán Blanco ‘Tarzán, héroe de celuloide y papel’ alimenta entre los lectores más curiosos
Un paleto en el cine
Aunque se hizo fotos con muchos ‘Tarzanes’ en el plató, Rice Burroughs renegó de su trato en el como «un paleto que no sabía hablar inglés». Pero la gran pantalla convirtió al personaje en un mito universal vivo y pujante hoy a pesar de tener ya 102 años. El Tarzán de cine debía ser «apuesto, con maneras y rostro muy masculinos y debe tener gracia; pero no ser guapo. No tiene que ser un gigante o un hombre con hipertrofia muscular. Debe ser más parecido a una pantera que a un elefante». Nada que ver con el primer y mudo Tarzán, rodado en 1917 y encarnado por Elmo Lincoln.
Se decía que era tan fuerte que mató con sus manos al león de la película, y el actor confesó en una entrevista que lo apuñaló pensando que su vida corría peligro. Un leyenda que sirvió para exhibir los restos de un felino en el hall del cine de Broadway donde se estrenó Tarzán Of The Apes , un éxito que recaudó más de un millón de dólares, una de las primeras películas que conseguía tal taquilla. Hasta 1927 Rice Burroughs no vería casi cumplido su sueño. En una fiesta de su hija Joan descubrió a James Hubert Pierce, un jugador de fútbol americano que «se acerca a mi idea de Tarzán más que ningún hombre que haya visto» «Él es Tarzán», dijo y lo fue en ‘Tarzán y el león de oro’, donde aparecía en un pequeño papel Boris Karloff cuatro años antes de convertirse en un astro del cine de terror. No resultó, pero como finalmente se casó con la hija del escritor, interpretó ‘por enchufe’ a un Tarzán radiofónico, mientras su esposa prestaba la voz a Jane. Y así, entre ‘Tarzanes’ de medio pelo y filmes imposibles con indios, tigres de Asia y odaliscas en la irreal África que Rice Burroughs imaginó, el personaje fue creciendo hasta que Johnny Weissmuller lo convirtió en todo un mito.
Como Bela Lugosi es Drácula, Weissmuller es Tarzán, y así lo creían ambos. Si uno dormía en un ataúd, el otro acabó sus días con problemas psiquiátricos, escondido en su mansión de Acapulco y lanzando su tarzanesco grito inopinadamente. Algo que recordó Harrison Ford para explicar su rechazo a interpretar una vez más a Indiana Jones: «No quiero hacerme viejo gritando por la calle con un sombrero y un látigo».