Diario de León

El escriba de las horas leonesas

Crémer fue uno de los periodistas más prolíficos de León y sus artículos radiografían casi un siglo de historia. diario de león, proa, informaciones, abc, pueblo, radio león... la actividad periodística de victoriano crémer fue inagotable y analizó con ingenio la política y la sociedad españolas

León

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Victoriano Crémer le debía la vida al periodismo. De manera literal. No se trata de un juego de palabras, de una metáfora, de una imagen, no. Victoriano Crémer sobrevivió gracias al oficio, que no a la profesión. Las letras más profanas, las de la burda máquina del tipógrafo fueron el salvaconducto del escritor. 1937. La cárcel y, junto a ella, la incertidumbre de no saber si al día siguiente vivirás o formarás parte de una de las cuerdas de presos con las que el regimen instaurado en León sajaba con precisión de cirujano la ‘gangrena’ izquierdista. Los confiscadores del periódico La Democracia sacaron a Crémer de la cárcel de Puerta Castillo para poner en marcha el diario Proa . Necesitaban a un obrero que supiera de qué manera accionar la maquinaria que gestionara la propaganda nacional. Y Victoriano conocía el oficio. Así que le ofrecieron librarse de la jaula a cambio de trabajar para ellos. Y así fue que el periodismo le salvó la vida. En Proa escribió Crémer su primer Asterisco. Fue el 26 de enero de 1937. Victoriano Crémer escribiría en la cabecera falangista casi hasta su cierre y lo compaginó con su trabajo en Diario de León. Sus artículos como Asterisco se publicaban en primera plana y versaban sobre los temas más variados: Howard Hughes, Lindberg, la Catedral... Pero, además, hilaba párrafos en los que parecía mofarse de manera ostentosa de la ignorancia de los que podrían haber firmado su certificado de muerte al tiempo que escribía glosas sobre ‘héroes’ como Onésimo Redondo o José Antonio Primo de Rivera. Era el peaje para seguir vivo.

Los años cuarenta fueron días de libertad vigilada, y Crémer se dedicó a contemplar el transcurrir de la ciudad sin involucrarse demasiado, consciente de que aún tenía el «toro irremediable» de la sospecha apretado a la cintura. Escribió textos tejidos desde la laboriosidad de un obrero de las letras, en unos artículos que simplemente tituló Apunte y en los que realizó críticas y glosas con un estilo épico muy al gusto del momento. Poco a poco comienza a sentirse libre de la cárcel, del miedo y la sospecha, y pone en marcha junto al cura Antonio González de Lama la revista Espadaña , uno de los hitos literarios del país, un nido de libertad y pluralidad literaria en el que —al menos al principio— la única discriminación era la que marcaba la calidad poética. En Espadaña publicaron Dámaso Alonso, César Vallejo o Luis Rosales.

Llegan los años cincuenta y Victoriano Crémer comienza a ejercer de periodista, a analizar la realidad. Su pluma y la de los personajes por él creados —escribía con varios pseudónimos, como K. Von K. Vick, Valdoca, El Duende del Consistorio, Víctor León, Francisco C. Leonardo— escanearon la intrahistoria de los leoneses y se convirtió en la voz con más autoridad para hablar de los asuntos de la cada vez más recoleta ciudad. Y eso que la censura no ceja en su intento de arrollar con todo lo que no sea del agrado del régimen. Victoriano Crémer, fiel a su compromiso ético, redacta artículos en los que desgrana unas ideas lejanas a la arcadia de los 25 años de paz. Es el caso de Odia el delito y compadece al delincuente , prohibida «por exagerado en el fondo y en la forma». En este artículo, escrito el 26 de septiembre de 1959 y que nunca vería la luz, el poeta recordaba veladamente sus años en la cárcel: «… Hay que estar preso en una mazmorra días y días, meses y meses, y tener que romperse el cuello para apresar el fugaz saetazo de una golondrina sobre el breve cielo permitido, para saber lo que es una cárcel como esta nuestra de León, en la que no es posible distraer el pensamiento del raer de la propia culpa…»

Pero, sin duda, si tuviéramos que hablar de la relación entre Victoriano Crémer y un medio de comunicación en particular, ese sería Diario de León. Crémer contra Crémer, Acera de Botines o Asterisco fueron algunas de las columnas que escribió para el decano. La última, Crémer contra Crémer , fue un tour de force del periodista consigo mismo, un soliloquio audaz de quien, fiel al pensamiento cartesiano, recurría a la duda —«me contradigo a mí mismo»—, consciente de que basta pensar bien para actuar bien. Y con la responsabilidad y la distancia que aportaban sus 102 años, comentaba que los que escriben en un periódico tienen el deber de mantener la integridad y la libertad personal, y procurar no ofender. «He tratado de salvar el honor de las personas; con las instituciones, en cambio, siempre me meto», decía.

Y es que la vida de Diario de León no se entendería sin la figura de Crémer. Sus primeros artículos ya alardean de la capacidad del periodista para quitar caretas y devolver a la metáfora su sentido pragmático. En todos los artículos que firmó en Diario de León, mantuvo Victoriano Crémer su compromiso ético. Sus columnas nunca fueron ni efectistas ni artificiosas. Están escritas desde la honorabilidad intelectual y dejando a un lado la conveniencia del momento, entuerto que hoy en día parece perpetuarse con la vulgaridad que imprime la rutina.

La poderosa voz de Victoriano Crémer también se escuchó. Radio León fue la plataforma desde la que habló a través de la tía Federica, una mujer de pueblo que, como el poeta recordaba, decía verdades como templos en una época en la que la censura no se andaba con delicadezas: «Vinieron de Madrid los leoneses que andan por la capital de España y empezaron a descubrirnos cosas de León, que no vea, tía. El caso es que se ajuntaron los leoneses de acá y los de allá en ese sitio tan majo de la Veterinaria y empezó a soltar el presidente de la Casa de León en Madrid, que dicen que se llama Luis Alonso Luengo, un discurso bonito de verdá, hablando de León, que a uno se le subía la sangre de orgullo y se le olvidaba hasta lo de los baches en las calles…»

Su papel como periodista radiofónico le valió el Premio Ondas de Radio Nacional. Pero Victoriano Crémer saltó las alambradas provincianas y sus análisis pudieron leerse también en medios madrileños. ABC primero y Pueblo o Informaciones después contaron con la firma del periodista leonés. En el diario monárquico comenzó a colaborar en los años sesenta, con artículos en los que tanto hablaba de arte y cultura como escaneaba la realidad social. Con los últimos coletazos del franquismo y la llegada de la democracia, Victoriano Crémer inicia colaboración con el diario Informaciones . En sus páginas de opinión imprime firma junto a la de personalidades como José Jiménez Lozano, Isaac Montoro o García Pavón. Rotativo vespertino, estaba dirigido por Jesús de la Serna y se convirtió en el exponente del mejor periodismo de la época. Aperturista, culto y moderno, este diario era competencia directa de Pueblo , en el que también escribió el poeta leonés.

Se abre así una de las etapas periodísticas más importantes de Crémer. Torcuato Fernández Miranda y Adolfo Suárez dinamitan el sistema anterior, con los pactos de la Moncloa, las cesiones a las reivindicaciones centrífugas de los nacionalistas, y los equilibrios para acomodar a los ultras de una y otra condición. Y Victoriano Crémer analizaba el estado de la nación desde un espacio titulado Políticas y ceremonias que, en un momento de apabullante confusión, resultaba y, lo que es más difícil, resulta a día de hoy, un prodigio de sentido común y brillantez analítica: «… Porque la verdad es que no hay posibilidades de establecer límites, de dictar graduaciones. Lo que sucede es que antes, ahora y después existirán, vivos y coleando, los que se atribuyen la función de clasificar a los demás, acaso para evitarse de este modo que los demás intervengan en su biografía».

También Pueblo acogió durante esta época algunos de los mejores artículos de Crémer.

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