Diario de León
Publicado por
ALICIA GARCÍA / Consejera de Cultura y Turismo
León

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La inmensa e intensa biografía de Victoriano Crémer, concienzudamente documentada en tiempo reciente, nos muestra la figura de un leonés que hizo de su ciudad de adopción firma y bandera. El siglo largo de existencia vital del que disfrutó —y en algunos momentos también padeció— Crémer nos sitúa ante el espejo de quien lo vivió prácticamente todo en el siglo XX y de quien asimismo lo escribió todo.

Comprometido desde su juventud con posturas críticas y poco complacientes (militancia ésta, la del sentido crítico, que no abandonaría nunca), Victoriano Crémer es sin duda uno de los grandes autores de nuestro tiempo. Así lo reconocía de facto la Junta de Castilla y León al concederle, en el décimo aniversario de los Premios Castilla y León, el galardón de las Letras. Reconocimiento que se unía a una larga lista que, hasta su fallecimiento en 2009, no pararía de crecer.

Pero, de entre todos esos reconocimientos y premios, quizá el mayor que pueda darle el tiempo sea el de ser recordado como el hombre al que, cada mañana, muchos leoneses recurrían para conocer y entender un poco más, un poco mejor, las cosas de la vida. Luchaba Crémer cada día contra su propia circunstancia. En el sentido más orteguiano de la palabra, y lo hacía con el desparpajo y la libertad que otorgan la coherencia y una vida completa vivida al lado de ella.

En esa constante pugna interior vivió Crémer toda su vida. Y prueba de ello será, años después, su apuesta por Espadaña (junto a Eugenio García de Nora y a Antonio González de Lama) como vehículo de desafección hacia lo impuesto, hacia el orden establecido, hacia eso que hoy llamaríamos lo «políticamente correcto». Y de paso, también, como reacción creativa al complaciente preciosismo de los garcilasistas (en este sentido recuérdese el artículo de González de Lama Si Garcilaso volviera… ).

Esa toma de posición nos sitúa ante la figura de quien ya nunca estaría dispuesto a claudicar, a apostatar de su fe en el hombre, o simplemente, a darse por vencido.

Su tiempo fue un tiempo de ruptura, en el que resultaba perentorio situarse a un lado u otro de la vida, en un platillo de la balanza o en el otro. Pero en cualquier caso, no pecar nunca de neutralidad o equidistancia. Ambas actitudes estaban mal vistas y la decantación era un bautismo, un comulgar con una u otra fe. Eran tiempos de dicotomía y de lucha de contrarios, aquí o en cualquier otra parte.

Se cumple ahora el primer lustro de orfandad para León y para muchos leoneses. León es tierra de grandes letras, surtidor abierto al cielo que cíclicamente proyecta gotas de la mejor literatura. Y no hay duda alguna de que, detrás de esa fertilidad creativa, se esconde el impulso mudo pero constante de un Crémer que, con su talento, su oficio y su compromiso, despertó en muchos lectores el impulso vital de la creación. Su magisterio sigue presente.

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