Una cumbre es un valle de perfil

A Luis Bagué Quílez se debe un libro iluminador sobre los modos del compromiso en la poesía reciente: Poesía en pie de paz (2006); pero él mismo es poeta que se reveló con Telón de sombras (2002), que con Un jardín al olvido (2007) estrechaba la unión entre intimismo, reflexión y melodía, y que en Página en construcción (2011) adunaba al poeta y al teórico, al poeta que siente y piensa. Pues bien, en su nuevo poemario, Paseo de la identidad da un giro a su poética, más volcada al mundo exterior y a la palabra desenfadada, intuitiva e irónica.

La identidad a la que alude el título sigue siendo un problema, por lo visto, puesto que tanto la filosofía como la literatura han incidido e inciden sobre el asunto. De hecho nos movemos entre dualismos que en una poética como la de Colinas resultan perturbadores y que en la de Bagué Quílez constatan una disyuntiva poco desasosegante. El poeta de Palafrugell no parece sufrir, en efecto, ante la elección entre café mocca o latte, pongamos por caso, como plantea en un primer poema referido a la cadena de cafés Starbucks y ese «eterno dilema» entre sacarina o azúcar. El lector se dará cuenta enseguida de que el poeta ha optado por un aire desenvuelto, por la captación poética de toda clase de realidades, incluso las comerciales y propagandísticas, así como por la libertad de imaginación, oponiendo diferentes figuraciones (artísticas, biológicas, telúricas, etc.) que nos empeñamos en conformar como duales. Pero si a lo dicho añadimos la abundancia de nombres propios de varia calaña, la mezcla de lo banal con lo serio, la seriedad de fondo con la ironía, las alusiones a los usos modernos de la técnica (cine, informática, automóviles, etc.) y el gusto por la imagen plástica, rápida e intuitiva, la lectura de la poesía de Bagué parece evocar ciertas marcas vanguardistas adecentadas para el presente. Los «American Landscapes», por ejemplo, son breves apuntes en relación con la ciudad de Palo Alto o el parque nacional de Yosemite, en California, anotaciones que colindan con el ingenio y la greguería: «Una cumbre es un valle de perfil». Por debajo corre el río de la poesía, y el lector atento va sorprendiendo alusiones artísticas, a Goya («El sueño del dragón produce monstruos) y a versos de otros poetas, como Garcilaso («mudar es su costumbre») o Rubén («apenas sensitivo»), pues es a través de la poesía, suya y de otros, como el poeta percibe y escribe el mundo.