Diario de León

Un grito a la comunicación más directa

l. Lawrence Zeegen y Caroline Roberts resumen el arte del diseño en el libro ‘50 años de ilustración’. Llama la atención, por ponerle un pero, la ausencia de tan ‘ilustre vecino’ como es Javier Zabala, cuya ‘ristra’ de premios se antoja tan larga como prestigiosa. Habrá que reclamar una segunda parte

Viñetas del libro ‘50 años de Ilustración’, editado por Lunwerg

Viñetas del libro ‘50 años de Ilustración’, editado por Lunwerg

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pablo rioja barrocal
León

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Dicen las ‘buenas lenguas’ que vivimos una era de información sin límites donde el ahora ya suena viejo y el mañana se antoja inquietante. Un mundo sobresaturado de noticias que prenden como una cerilla el interés del respetable para morir con idéntica rapidez. Por fortuna el refranero popular patrio es soberano y si una imagen vale más que mil palabras, 50 años de Ilustración dan para contar unas cuantas historias que a golpe de vista marcaron —y marcan— a varias generaciones.

Y es que esa ilustración «es y ha sido» el «arte de la calle», así como «un reflejo» de cómo vivimos. Al menos así lo sienten Lawrence Zeegen y Caroline Roberts, autores de un libro que pedía a gritos existir. El ejemplar, publicado en español por Lunwerg, recoge por primera vez algunas de las mejores ilustraciones publicadas en el mundo en el último medio siglo y analiza el contexto en el que éstas se realizaron. Cinco décadas en 700 ilustraciones. Del idealismo utópico al más profundo descontento, del diseño al amanecer digital pasando por la nueva ola.

Artistas consagrados y otros emergentes retratan pulso a pulso desde la década de los 70 al emergente siglo XXI. Todo un homenaje a los dibujantes y al mundo de la ilustración que no hace otra cosa sino reconocer cómo este arte ha influido en nuestras estresadas vidas. Siempre sigiloso, con pausa y sin prisa. Llama la atención, por ponerle un pero, la ausencia de tan ‘ilustre vecino’ como es Javier Zabala, cuya ‘ristra’ de premios se antoja tan larga como prestigiosa. Habrá que reclamar por tanto una segunda parte pues queda claro que en la presente —a la venta desde el pasado 21 de octubre— son todos los que están pero no están todos los que son.

Organizado por décadas, en 50 años de ilustración se encuentran a los protagonistas de las utopías de los años sesenta (Marice Sendak, Saul Steinberg o Edward Gorey), a la generación del desencanto de los setenta, representada en ilustraciones de Alan Aldridge o Jan Pienkowski, así como a los clásicos en la década del diseño: Spiegelman y Quentin Blake. Pero también están presentes las obras de autores personales de la era digital de los noventa, como Mariscal, Gary Baseman y Fanelli; y las grandes figuras emergentes del siglo XXI: Alex Trocut, Shepart Fairey o Dario Adanti, entre un largo etcétera.

Resaltaban los autores del libro durante la presentación que la ilustración comunica, educa, entretiene, informa, inspira y seduce, pero además, en el siglo XXI continúa siendo una de las formas de comunicación más directas que existen y, por lo tanto, una excelente manera de explicar historias y evocar sentimientos».

La aventura arranca en 1960, en el momento en el que estalló la Revolución Cultural en China y en el que Occidente vivía su porpia revolución cultural y social. Los maravillosos 60 sin duda fueron una época de cambios sociales y políticos sin precedentes, en la que los hijos del baby boom de la posguerra encaraban la vida con un optimismo inédito hasta la fecha. Fue la década del sexo, las drogas, el rock and roll, así como los movimientos juveniles —feminismo, derechos civiles o ecologismo—. La ilustración desempeñó aquí un papel fundamental porque supo captar el espíritu de la época. Por primera vez los artistas pudieron expresarse más allá del interés comercial.

Diez años más allá, al idealismo utópico se lo come literalmente la devastadora crisis económica, sobre todo el Inglaterra y Estados Unidos. El realismo sombrío de los 70 acabó con el optimismo edonista de la década anterior. Surgieron nuevos creadores en países como Japón, Alemania, Francia o Polonia y en definitiva en todo el planeta. Todos ellos dotados de una nueva sensibilidad gráfica. Todo se volvía más oscuro. Como oscuras y fantásticas son las portadas de Yes y Steve Howe de la época, obra de Roger Dean.

En los 80 llegó el diseño; los yuppies estaban al mano y la clase media se volvió decididamente ambiciosa. Ahora el baby boom mutaba en una generación adicta a todo lo que el dinero fuera capaz de comprar. Cualquier superficie podía ilustrarse, diseñarse. Los diseñadores se convirtieron en una élite.

En cuanto a los 90, era digital, como suele pasar con cualquier cambio, los ilustradores más antiguos se mostraron reacios a diseñar ratón en mano. Estábamos cada vez más cerca de que hubiese un ordenador en cada hogar. La experiencia hizo que los artistas aprendieran a dotar a lo digital de la calidez de lo artesanal. Destacan en este aspecto Gary Basen, Sara Fanelli y Andy Martin, entre otros. Y como broche de oro a este particular recorrido, los 2000 supusieron una nueva ola. En 2008, cuando Shepard Fairey convirtió su peculiar campaña de apoyo a la candidatura de Barack Obama fue todo un acontecimiento. Hoy la ilustración busca ya nuevas retos.

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