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Ledesma, un testamento literario

el adoquín azul Francisco González Ledesma Menoscuarto, Palencia, 2014. 74 pp.

Publicado por
nicolás miñambres
León

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F ormado en los ambientes más duros del periodismo y de la literatura, Francisco González Ledesma ha fallecido recientemente. La editorial palentina Menoscuarto había publicado como una de sus últimas novedades una bellísima novela breve suya, El adoquín azul : no hay duda de que ha sido su mejor testamento literario.

El adoquín azul es el contraste lírico, pero real, contra el que no debe tropezar Montero, el protagonista, al final de la novela. La obra comienza ‘in medias res’ con una estructura de plegaria, que servirá de articulación literaria: «De acuerdo, Señor, pero yo no sé si Montero —a quien recuerdo en mi soledad— ha muerto». Con esta entrada el novelista narra la vida de Montero, «traductor y poeta» en la posguerra barcelonesa. Herido por la policía, una mujer enigmática lo salva llevándolo a su casa, un refugio donde se retira a escribir. Esposa de un policía, Ana le ayudará a huir hacia Francia. Desde allí los avatares vitales conducirán a Montero a Estados Unidos donde lleva a cabo un humilde trabajo relacionado con los libros.

Montero vuelve a España siempre que puede e instalado definitivamente, decide localizar a Ana para agradecerle todo lo que hizo por él en otro tiempo. Pero ya es demasiado tarde. La edad es territorio cargado de duros recuerdos. Montero tiene sólo sus libros y el deseo de reencontrase con Ana. Por ello, inicia su recorrido urbano, advertido del peligro que supone un adoquín azul, descubierto en el asfalto antiguo. Es el mejor símbolo de este paseo con final, pero sin conocimiento. Llega a su destino, pero ya es demasiado tarde para todo: «El rayo de sol no transportó ningún mensaje para aquel hombre vacío que había perdido la memoria».

Este es el final de una novela breve de intensa, de belleza desgarradora.