Cerrar

«El poder teme a las personas con valores»

l El leonés Javier Pérez alumbra una novela de espías e ideologías con los años treinta como telón de fondo. Filandó n la desaparición de un comisario político destinado por la urss a organizar el ejército popular español prende la chispa de una intriga vertiginosa en la que nada ni nadie es lo que parece «Hay paralelismos con nuestra época: una crisis económica que dio paso a otra social y al radicalismo» «España fue un simple campo de pruebas para los nazis y los aliados. Era un pretexto, no una razón» «Todos querían que la guerra de España durase lo más posible: en el fondo, nos sacrificaron...»

El novelista y empresario de turismo rural, con su última novela histórica, publicada por la editorial Algaida

Publicado por
emilio gancedo
León

Creado:

Actualizado:

L a represión soviética en Ucrania, la Gran Purga desatada por Stalin a mediados de los años treinta, las conspiraciones europeas previas a la II Guerra Mundial... y en medio de todo ese explosivo cóctel, la guerra de España como enorme campo de pruebas, cobayas humanos lanzados unos sobre otros, tablero de ajedrez fabricado a partir de una ensangrentada piel de toro. Es la escenografía en la que se desenvuelve una novela histórica que ya está en librerías y que va sellada por una firma muy conocedora del género y muy de aquí. Porque Javier Pérez, leonés de Zamora con alma bañezana, porta en el morral una ristra con algunos de los premios de novela más destacados del país (el Azorín, el José Nogales, el Ciudad de Badajoz...) y ahora con su séptimo título, Violín negro en orquesta roja (Algaida), invita al lector a internarse en el fuego cruzado de la URSS y la Alemania nazi para decantar a su favor la guerra de España. Todo comienza cuando el comisario político Evgeni Manchev, sobrino del poderoso presidente del Consejo de Comisarios del Pueblo, Viacheslav Molotov, y que iba a ser destinado a la contienda española para organizar el Ejército Popular de la República, desaparece misteriosamente justo antes de partir...

¿Es que estamos ante otra novela sobre la guerra civil? «En realidad no —responde Pérez—. Por lo común, ese tema se suele tratar desde el punto de vista de cómo fue el enfrentamiento entre los españoles, y me parece normal, porque el protagonismo tiene que recaer en lo que pasó aquí. Pero yo quise verlo de otro modo: quise ver a España como una pieza casi insignificante de un mecanismo mucho más grande y traté de abordar la situación europea, con los aliados intentando enfrentar a Hitler con Stalin y a éste tratando de detonar el conflicto entre los nazis y los aliados. Un triángulo diabólico: dos se pelean a muerte y el que se queda mirando fuera acaba convirtiéndose en el dueño de todo».

Javier Pérez, un especialista en historia militar, recuerda que España fue «un simple campo de pruebas para ellos, donde se ventilaba en realidad bastante más que el destino del país. Eso eran los comisarios y los asesores soviéticos que apoyaban a la República, y eso también los aviadores alemanes o las tropas italianas que ayudaban a Franco. Por lo tanto, España sí, pero vista desde muy lejos y por gente a la que le importábamos muy poco. Para ellos, España era un pretexto, no una razón».

Ya las novelas La crin de Damocles (premio Azorín 2006), El gris y La espina de la amapola estaban ambientadas en aquella época, «aunque se centraban más en los años veinte, en la crisis social que dio lugar al nacimiento de los totalitarismos. La verdad es que me interesa mucho esa época por los paralelismos que veo con la nuestra: se empieza por una crisis económica, se pasa a una crisis social y despuntan las ideas radicales cuando la gente pierde la esperanza de que las cosas mejoren. En los años veinte la gente perdió la esperanza y en los años treinta se desencadenó el infierno en todas partes. En Alemania ganaron las elecciones los nazis, en Rusia se desató la ‘gran purga’ y en España empezamos a matarnos entre nosotros. Son sólo tres ejemplos, pero hubo más».

Dobles y triples juegos

Aunque Violín negro en orquesta roja no aborda como tal la II Guerra Mundial, sí dibuja el escenario que la hizo posible. «La cuestión es que los alemanes necesitaban tiempo para rearmarse y jugaron con el doble odio de las democracias. Francia e Inglaterra odiaban a los nazis, pero también a Stalin. Según qué periódico de la época leas, unos abogaban por aliarse con Hitler para acabar con Stalin y otros con aliarse con Stalin para acabar con Hitler, como acabó sucediendo. Pero en 1936, concretamente, los alemanes tenían un ejército tan débil que temían una invasión por parte de Checosovaquia, y una extraña relación de amor-odio con Stalin: eran enemigos irreconciliables pero Stalin era el único que les vendía armas y les prestaba su territorio para hacer maniobras. Interesadamente, por supuesto, pero era el único que lo hacía».

«Todo esto es muy poco conocido porque la gente está acostumbrada a pensar que las cosas siempre funcionaron como acabó siendo al final (aliados y rusos contra alemanes) —puntualiza—, pero en 1936 y 1937 no era así en absoluto y los españoles estábamos en medio. Me pareció que era una buena temática para una novela de espías y de gente que se siente superada por los acontecimientos».

Unos hechos históricos sobre los que crece la novela... ¿que pueden también explicar conflictos actuales? «El pasado siempre es contemporáneo, y cuanto más contemporáneo es, más impredecible resulta». ¿Considera impredecible el pasado? «Pues sí, y me explico —expone el novelista—. A medida que pasa el tiempo veo que las batallas ideológicas se centran en el pasado, tratando de cambiar la percepción de la historia para sacarle un rendimiento político en el presente. La historia, en vez de un hecho objetivo, se ha convertido en algo que se combate para convencer a unos u otros de la legitimidad de sus posturas.

«Y aquí lo vemos igual: a medida que se radicalizan las ideas se tira más de razones históricas para justificar unas u otras actitudes —prosigue—. El pasado, en todas partes, se utiliza para la revancha, para el partidismo político y, rara vez, para aprender algo de él. Pero se utiliza constantemente».

Los por qués

Y si profundizamos aún más, si apuntamos a la esencia misma de esta obra, habría que preguntarse también si sólo somos unos simples peones accionados por el poder. «La novela habla fundamentalmente de eso: de la capacidad de reacción del hombre común, que no sabe muy bien lo que pasa a su alrededor pero trata de mantener su propia postura sin dejarse llevar por el entorno. Es difícil pero no imposible. El comisario que lleva la investigación en mi novela es un viejo al que acaban de sacar de un campo de concentración en el Ártico y, aún así, trata de saber qué demonios está pasando y qué queda de su mundo».

El asunto da pie a este versátil novelista leonés para reflexionar sobre el propio espíritu del poder. «El poder, sobre todo cuando es absoluto, trata de cerrar todas las rendijas posibles a la libertad individual, pero muchas veces no consigue llegar a la parte más íntima del corazón humano y tiene que conformarse con la apariencia de adhesión en vez de con la verdadera adhesión. Y entonces, por mera casualidad, surge la ocasión de enfrentarse al poder y algunos lo aprovechan. Esto es lo que más teme el poder: a las personas que conservan sus propias convicciones esperando la ocasión propicia».

Y ante la habilidad con que Javier Pérez baraja estos mimbres y estos conocimientos se impone preguntar a quien fuera director de la revista Campus de la Universidad de León durante diez años, sobre lo que nos puede deparar la historia europea para los próximos tiempos: «No lo sé en estos momentos. Eso es lo malo: que el presente siempre está lleno de incógnitas, más aún que el pasado. En los años treinta éramos la piedra de toque para saber qué detestaban más las democracias como Francia e Inglaterra: si una España fascista o una revolucionaria en manos de las milicias comunistas. La respuesta fue que las democracias apoyaron aparentemente a la República mientras que con otra mano permitían a Hitler mandar sus aviones y a Mussolini mandar a sus hombres». Y concluye: «Lo más grave, y hablo de ello mucho en la novela, era que todos, sin excepción, querían que la guerra durase lo más posible. Una guerra corta les hubiese perjudicado a todos, así que nos sacrificaron».

Cargando contenidos...