Diario de León

poesía

Hondos espejos

no-haiku José María Millares Sall Calambur, Madrid, 2014. 206 páginas.

Publicado por
josé enrique martínez
León

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E n ocasiones hace falta un golpe de gracia que saque la obra de un escritor del foso del olvido. La poesía de Millares Sall estaba ahí, pero Liverpool , publicado en 1949, permaneció en el limbo hasta su reedición en 2008, que le hizo ocupar un lugar central en el canon de la poesía actual. Después, Cuadernos 2000-2009 mereció póstumamente el Premio Nacional de poesía. Otros dos libros han aparecido tras la muerte del poeta canario: Krak y ahora No-Haiku , prologado por Juan Carlos Mestre y Muñoz Sanjuán de un modo elocuente, que contrasta con la «concentración verbal» de los haikus del poeta, porque estos No-Haiku no son antihaikus, sino una versión personal, nueva más que novedosa, de un género japonés que goza de inusual prestigio y cultivo en este tiempo, que ha vivido el fin de los grandes relatos, como expresó Lyotard, y el auge de lo mínimo, cuyas muestras más cualificadas y en boga son el haiku en poesía y el microrrelato en la narración.

Los haikus de Millares responden al clásico esquema de tres versos de cinco, siete y cinco sílabas respectivamente. El género obedecía a tres reglas esenciales: alusión a la naturaleza y a una situación única representadas en presente. Por su brevedad transmitía intuiciones momentáneas ajenas a la metafórico y a lo reflexivo. Síntesis, iluminación y esbozo son palabras que intentan delimitar el género de la emoción fugaz y del instante único. El cultivo del haiku en español ha disfrutado de excelencias, desde sus cultivadores primeros, Tablada y Machado a poetas actuales como Sánchez Santiago, y de desviaciones desafortunadas como las de Benedetti. Llegan ahora los de Millares Sall, que responden al haiku intuitivo e iluminador del instante, y a la inmediatez del hecho expresado del modo más conciso y sugerente. Los peligros del haiku son lo fácil y lo banal, en lo que nunca cae Millares, que cede en cambio al silencio feraz y al golpe de magia que supone lo breve en su delicadeza verbal y sensitiva. Cumplen además con otra cualidad del haiku: su carácter sustantivo, pues no quiere desarrollar eventos, sino cifrar la intuición instantánea de una situación vivencial. Es lo que hace en haikus como los siguientes: «La transparencia / del agua no dormía. / Hondos espejos»; «Oír lo oscuro. / Su estrellado silencio. / Noche. Sus muros»; «Negra oquedad / la boche que silencia / cuanto se va». Representan la degustación del primer plato de las ciento setenta y tantas piezas que integran el poemario.

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