Diario de León

poesía

Aunque tenemos alas

Los espejos comunicantes Óscar Hahn Premio Loewe, Visor, Madrid, 2015. 80 páginas.

Publicado por
josé enrique martínez
León

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L os dos premios Loewe, el general y el de la Creación Joven, han recaído en sendos poetas de Hispanoamérica. No es extraño: en la otra orilla se está escribiendo la mejor poesía en castellano y acaso en otras lenguas. Óscar Hahn es chileno, pero tras el golpe de estado de Pinochet hubo de exiliarse y de ejercer de profesor en la Universidad de Iowa. Su primer poemario, Esta rosa negra (1961), alumbró la generación que seguía cronológicamente a la cosecha gloriosa de Lihn, Teillier, Parra y Gonzalo Rojas. Son los grandes maestros, tras Neruda, de la poesía chilena. La de Óscar Hahn se ha entendido como creación sincrética de la antipoesía de Parra y el fundamento clásico de Rojas, al que dedica en Los espejos comunicantes , que reseño, una entrañable y emocionada elegía.

El nuevo poemario se centra en el hombre y su precaria existencia, con una visión ni complacida ni complaciente. Somos pasto del tiempo y de la muerte, sin vuelo, aunque con alas, sin que ellas den pábulo a otra cosa que al deseo o la nostalgia. Los propios poemas parecen encaminarnos hacia la muerte, como esa alfombra roja por la que desfilan magnates de varia calaña, para circular al fin, y para siempre, «en brillantes / automóviles negros». Para expresar estas y otras ideas, el poeta recurre a distintas alegorías: la jaula, por ejemplo, cuyos barrotes impiden volar; cuando la jaula se abre, sólo es para que se vuele «hacia el tiempo infinito» de la muerte. Otra alegoría es la sequedad desértica y total: «Sólo el dios de la arena / fluye despacio / desde un caso de vidrio / al otro vaso». En otro poema, y en el mundo que sigue a la muerte, «el recién llegado» es un ser desconcertado en «la esfera de lo incognoscible». En la propia vida real no somos ora cosa que fantasmas, reflejos en un espejo hecho añicos; el fin del mundo llegará cuando todas las imágenes o fantasmas salgan de los espejos en confusa algarabía, para nunca volver a ser reflejos en el simbólico espejo roto en mil pedazos.

Otros motivos acompañan a los anteriores: el amor, la soledad, la insatisfacción existencial, las gangrenas contemporáneas en forma de matanzas, guerras o superpoblación. «Aún no hemos salido de las cavernas», escribe el poeta, a quien el espejo fragmentado le sirve también como imagen plástica de su poética: la vida disgregada y transfigurada por la poesía, que une los fragmentos no tanto para reflejar lo pasado como para vislumbrar los parpadeos de los momentos aún no vividos.

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