Diario de León

«La realidad es una novela, sólo hay que seguir el rastro»

El criminólogo leonés Ricardo Magaz desvela las claves del boom de la literatura negra

El profesor de Fenomenología criminal y escritor Ricardo Magaz, en la biblioteca del Musac

El profesor de Fenomenología criminal y escritor Ricardo Magaz, en la biblioteca del Musac

León

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Es uno de los mayores expertos españoles en Criminología. En esta entrevista, Ricardo Magaz, desentraña el proceso de renovación del género literario y explica las ‘interioridades’ de un mundo que está más cerca de todos nosotros de lo que pensamos.

—¿Cree que hay épocas en las que, como en este caso, la novela negra experimenta más interés que en otras?

—Sí, sin duda. Hoy en día todos los escritores reconocidos, y quienes lo pretenden, quieren tener en el mercado obras negras. Se ha puesto en valor el género ante los ojos interesados de los lectores, ya sean historias detectivescas, de intriga, policiales o incluso thriller. Se han roto diques y se han ampliado registros formales. Desde hace tiempo los tiros van por otros derroteros, y nunca mejor dicho.

— ¿A qué se debe?

—En unas décadas hemos pasado de un género policíaco, leído como pasatiempo intelectual, a una serie negra realmente viva. Esto ya no es la novela rosa o el viejo western. El modo criminal contemporáneo permite mucha radiografía social y eso ofrece grandes posibilidades de fabular. Por otro lado, es un tipo de literatura que las editoriales generalistas han aceptado de buen grado. El morbo del submundo criminal, la muerte, el mal, la corrupción, el sexo… La realidad es a menudo una novela negra; sólo hay que seguirle la pista o ver los telediarios.

—¿Qué escritor condensa mejor las características que ha de reunir una buena novela?

—Hay muchos autores españoles buenísimos. Saboreo a Vázquez Moltalbán y Andreu Martín pero mi debilidad es Philip Marlowe, el detective irónico y cínico de Raymond Chandler; parece hecho a propósito para que lo interpretara Bogar. El largo adiós es posiblemente la novela cumbre del género.Tampoco debemos olvidar la nutrida nómina de policías escritores que venden docenas de miles de libros de literatura negra. Podría citar a colegas como Marc Pastor, Víctor del Árbol, Esteban Navarro y por supuesto al leonés en la diáspora Alejandro Gallo. La espada y la pluma históricamente están muy de la mano. Hay clásicos que han sido hombres de armas y de letras a la vez: Garcilaso, Lope, Calderón…

—¿Qué fallos y aciertos encuentra en los autores que escriben en la actualidad este género?

—Habría que analizarlo al menos desde dos perspectivas. Visto con óptica puramente policial o criminológica, algunas novelas negras adolecen de rigor técnico en esas materias; es decir, no resultan verosímiles ni en la ficción. En el tema argumental vale todo pero en el plano científico, no. Se ve demasiado CSI. Tenemos la suerte de haber marcado distancia con el género estereotipado norteamericano y los plomizos tomos nórdicos. La serie B española y latinoamericana posee su propio marchamo y personalidad. Por aquí la figura del sabueso de ficción es más real y a pie de calle; más verosímil, en definitiva.

—¿Qué características especiales tienen los criminales o los crímenes españoles que no se dan en otros lugares?

—Con la globalización, hasta el crimen se importa y exporta por todos los rincones del platena en cuestión de horas. Prueba de ello es, por ejemplo, la nueva modalidad del secuestro exprés virtual. No obstante, en el ‘ruedo ibérico’ persisten algunos ramalazos de toda la vida, como descolgar la escopeta de la pared y cañonear a los contrarios, tipo Puerto Hurraco. El crimen por envenenamiento también lleva unas buenas dosis nuestras, aunque este modus operandi es más femenino porque las mujeres a la hora de cargarse a alguien prefieren, si pueden, esquivar la violencia física directa.

—¿Crees que todos somos capaces de matar?

—Sin duda alguna. Todos, sin excepción. Como decían en Canción triste de Hill Street, hay que tener cuidado ahí afuera pero sin ser paranoicos. Sólo es necesario que se den una conjunción de factores y circunstancias para la transgresión. En antropología eso se conoce como innatismo criminal atávico; la tendencia de todo carnívoro, y por tanto depredador, a someter el hábitat y a sus semejantes. Lógicamente, en contraposición hay que situarse en lugar del sujeto abusado y de sus intereses familiares y patrimoniales; tanto en legítima defensa como a la hora de tomarse su resarcimiento. No es necesario ser un psicópata o un asesino en serie para matar a alguien o causarle lesiones. En todo caso, lo que evita que nos pasemos a cuchillo unos a otros es básicamente la socialización a la que hemos sido ‘sometidos’ desde la infancia, y el concepto moderno de conciencia del mal. Si a un niño recién nacido no le socializáramos se convertiría muy posiblemente en un lobo, aún más, para los de su misma especie. En mi libro Criminalidad y globalización, publicado por la Uned, abordo al final este tema. La pregunta es: ¿Debe una persona ser condenada por sus propios pensamientos crueles o transgresores? No. Pero están ahí.

—¿Y las novelas basadas en crímenes reales?

—Hay bastante literatura negra basada en hechos reales. Últimamente, buena parte de la serie criminal que se edita arranca de acontecimientos verídicos luego novelados. También se dan a menudo los libros de corte periodístico sobre crímenes reales que se novelan con el fin de tener más campo en el que trabajar.

—Simenon, Poe, Ellroy… ¿Qué características han legado al resto de escritores?

—Simenon, Edgar Allan Poe o Agatha Chritie nos dejaron el sello de la intriga más pura y la cuestión detectivesca como tal. Quiero decir que sus historias no son tan de thriller o tan abiertamente policíacas como las que se escriben hoy. Pese a ser relatos criminales, resultaban más refinados, muy del gusto de la época. Había menos «casquería». El maestro James Ellroy, más actual, ha fortalecido la novela negra contemporánea y reinventado un modo de lenguaje a quemarropa. Curiosamente, a su madre la asesinaron sin que nunca se pudiera esclarecer el homicidio. Quizá por ello también escribía artículos sobre crímenes reales.

—¿Cuál es el caso que más te ha helado la sangre?

—En general impactan las víctimas menores. Aún tengo presente un caso no muy lejano en el tiempo como el asesinato en Córdoba de los niños Ruth y José a manos de su padre José Bretón, que los quemó sedados, pero vivos, en una hoguera en la huerta de su casa. Otro, sería el de la envenenadora de Melilla que mató poco a poco con sustancias tóxicas a sus dos hijos y luego al marido porque le estorbaban los tres para comenzar una nueva relación con un tipo que había descubierto por Internet y al que no conocía personalmente. Analicé durante semanas ambos casos para las televisiones y para la universidad y terminé exhausto.

—¿Cuáles son los países con mayor índice de criminalidad?

—Hay países de Latinoamérica cuya inseguridad ciudadana es insufrible. Según un estudio de la Sociedad Científica Española de Criminología y la Uned, con datos oficiales de la UE, el país con mayor tasa de crímenes del mundo es Honduras, luego le sigue Venezuela, Guatemala, Colombia, México y Brasil. Para hacernos una idea de la dimensión del problema, en Venezuela el año pasado se cometieron dieciséis mil homicidios. Hay ciudades como Caracas, Cali, Juárez, Medellín o Sinaloa donde la vida vale muy poco. A veces un simple reloj o un gramo de coca. Comparado con estos países, España y el resto del espacio Schengen de la Unión Europea goza de un nivel de seguridad bastante aceptable. Por nuestra situación geográfica y por tener como primera industria nacional los sesenta millones de turistas que nos visitan al año, en España tenemos un problema algo solapado con los fugitivos que vienen a esconderse. Somos el país de Europa que mayor número de fugitivos detiene por busca y captura.

—¿Cómo se acusa espiritual y psicológicamente estar en contacto directo con el mal? ¿Hay noches oscuras?

—No queda más remedio que blindarse en la medida de lo posible pero sin convertirte en un robot. Como dijo el filósofo, nada de lo humano nos puedes ser ajeno. Lo contrario sería espantoso, pero no puedes llevarte las desgracias a casa. Es la receta de los forenses, los criminalistas, los penólogos o de cualquier otra profesión en la que tienes que trasegar con el dolor humano. La vida ha de continuar; es ley natural.

Ricardo Magaz es profesor de Fenomenología Criminal en diversos campus universitarios. Escritor polifacético al más puro estilo renacentista, ha cultivado todos los géneros literarios como la novela, los libros de relatos y viajes, el ensayo o la columna periodística. En la disciplina ensayística se dio a conocer con El esclavo mundo de las drogas, texto de corte científico lanzado en 1992; Crimen organizado transnacional y seguridad, y Criminalidad y Globalización, volumen coral editado en 2012 bajo el sello del Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado de la Uned. Su último tratado es Narcotráfico y drogas de abuso, producido por Eolas Ediciones a primeros de 2014. Actualmente compatibiliza la docencia en varios centros de la Uned, como el Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado y el Instituto Universitario de Investigación sobre Seguridad Interior, con la enseñanza en el estamento policial y la presidencia de la Sociedad Científica Española de Criminología. Es, asimismo, profesor externo en el Máster en Tecnologías de Seguridad de la ULE.

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