La necesidad de contar de Mercedes de Vega
Tenía, confiesa Mercedes de Vega, «necesidad de contar», de poner orden en sus ideas sobre un mundo y una historia, la de su propia familia, que le fueron usurpados «por la vida». Y la escritura de «Cuando estamos vivos», una novela «terapéutica», dice, le ha permitido que se cumpla ese deseo íntimo.
«No es una novela por casualidad. Todo lo que en ella se cuenta tiene un porqué», añade Mercedes de Vega, quien reconoce que ha escrito «desde dentro, desde la necesidad» de explicarse y de buscar explicaciones.
Cuando estamos vivos , editada por Plaza & Janés, no es el bautismo de fuego para esta socióloga de formación y oficio, «pero casi». Y es que antes vieron la luz un libro de relatos, «Cuentos del sismógrafo», y una novela corta, pequeña, «El profesor de inglés». «Por vez primera me expongo públicamente», es consciente. Mercedes de Vega se siente la primera destinataria de su relato, «el primer lector», por tratarse de una historia muy íntima, muy próxima, que le ha exigido un trabajo ímprobo de documentación e investigación y para la que ha querido servirse tanto de la realidad como de la ficción.
La historia de «amor y adulterio» de un viudo empresario de origen judío, Francisco Anglada, su bisabuelo, un hombre atrapado en su pasado, que en el Madrid de la II República vive una apasionada historia de amor imposible con una joven aristócrata, Lucía Oriol, nombre ficticio, casada con un camisa negra italiano. «Lucía es una mujer que intenta vivir en libertad, pese a pertenecer a una familia muy conservadora. Y vive el adulterio como un regalo (de la vida)», dice de su personaje, mitad real mitad ficticio, su creadora. Una historia de la que sólo al final de sus días, a punto de morir, le habló su padre a Mercedes de Vega. «Él siempre procuró echar tierra sobre su pasado», y especialmente sobre los años de infancia vividos en un orfanato madrileño.