Diario de León

George, el perro que salvó al vagabundo

l John Dolan cuenta como salió de la marginacion en ‘El perro que me cambió la vida’. Filandó n «Antes vendía dibujos por 20 libras, ahora originales grandes por 4.000» dice el feliz propietario del ‘salvador’ staffordshire bull terrier

El ilustrador John Dolan junto a George y un admirador de sus creaciones

El ilustrador John Dolan junto a George y un admirador de sus creaciones

Publicado por
pilar manzanares
León

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J ohn Dolan tenía 41 años cuando, en la primavera de 2013, la suerte llamó a su puerta por segunda vez. Una suerte precedida de una terrible vida, un perro llamado George y un gran talento. Porque John era un mendigo que no tenía un techo bajo el que guarecerse desde hacía mucho tiempo, que entraba y salía de la cárcel sin que eso le importara demasiado, que consumía drogas. En resumen, era una de tantas personas que habitan en las calles y que apenas vemos cuando pasamos a su lado. Hasta que un día George se cruzó en su vida y le salvó, como el propio John cuenta.

Desde entonces, estos dos inseparables amigos han cuidado el uno del otro y han logrado enamorar además de a muchos viandantes, a galeristas, artistas y críticos de arte. Porque Dolan tiene el talento de dibujar y George el de haber logrado que su amo no se haya rendido por duro que fuera el camino. «Sin George yo no habría vuelto a coger el lápiz tras haber descuidado mi talento durante varias décadas; como tampoco habría conocido a Griff, que es como llamo al galerista local Richard Howard-Griffin. Sin duda habría acabado tirado en cualquier parte, en la cárcel o dos metros bajo tierra», escribe en El perro que me cambió la vida , la autobiografía editada por Grijalbo.

—¿Cómo conoció a George?

—Conocí a George, que ahora tiene siete años, en el invierno de 2009. Por aquel entonces yo vivía en una habitación de alquiler social y les ofrecí un techo a Becky y Sam, una pareja de vagabundos que había conocido. Ellos ya tenían un pastor alemán, pero un día un hombre se les acercó y les preguntó si le comprarían a George por lo que cuesta una lata de cerveza lager. Y lo trajeron. Cuando más tarde los dos fueron realojados les dijeron que solo podían quedarse con un perro y, al ver que tendrían que abandonar a George, me preguntaron si me lo quedaría. Acepté. Por asombroso que parezca fue él quien cambió su vida para mejor.

—¿De qué modo puede lograr eso un Staffordshire bull terrier joven como George?

—Antes de conocerle mi vida era muy dura. No hubiera podido imaginar que sería mi talismán. Hasta que llegó él, yo apenas podía cuidar de mí mismo. Llevaba muchos años en una espiral de indigencia, depresión, drogas, delitos y cárcel. ¡Había entrado en prisión más de treinta veces! Cuando llegó George me di cuenta de que ahora me tenía que ocupar de los dos, de que si yo iba a prisión le perdería... Sin él yo no estaría hoy donde estoy. Ahora mi vida es muy diferente, está mucho más estructurada, siempre estoy trabajando. Me mantengo ocupado.

—¿Por qué volvió a coger los lápices?

—Digamos que no me quedó más remedio, el gobierno se estaba cargando el sistema de prestaciones y yo me vi obligado a mendigar. No dejaba de buscar un modo de dejar la calle y, aunque llevaba muchos años sin hacerlo, pensé en dibujar, ya que éste era mi único talento. En cuanto empecé me entusiasmé, me gustó hacer algo más que esperar a que la gente echara dinero en el vaso de George.

—Y lleva dibujando ya, digamos más profesionalmente, cuatro años

—Así es.

—¿Cómo se siente al hacerlo?

—¿Cuando finalizo cada dibujo? ¡Satisfecho!

—¿Cuál ha sido su escuela?

—La calle, sus sensaciones, sus ruidos, la gente que pasa. Todo eso.

—¿No dudó a la hora de escribir su historia?

—No. De hecho, cuando me pidieron que lo hiciera me pareció una gran oportunidad. Me ha alegrado mucho hacerlo.

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