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el territorio del nómada |

Clarín se despide de León

ESTE MIÉRCOLES SE CUMPLE EL ANIVERSARIO DEL ESTRENO EN 1901 DE LA CATEDRAL RESTAURADA. CLARÍN TUVO INVITACIÓN OFICIAL Y FAMILIAR PARA REGRESAR A LA CIUDAD DE SU INFANCIA. «EN LEÓN PASÉ HORAS VERDADERAMENTE FELICES», CONFIARÁ DE VUELTA A SUS AMIGOS, ANTES DE MORIR A PRIMERA HORA DEL 13 DE JUNIO. divergente

El escritor Leopoldo Alas, Clarín (Zamora, 1852-Oviedo, 1901)

Publicado por
ERNESTO ESCAPA
León

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C larín nació en Zamora, en 1852, y murió en Oviedo, en 1901. Era pequeñín, menudo de estatura y algo cabezón. Desde los dos a los siete años vivió en León, donde residía la familia de su madre y empezó a descubrir el mundo. Se llamaba Leopoldo García-Alas Ureña y su padre fue gobernador civil en Guadalajara, Zamora y León. Estudia con los jesuitas en San Marcos, que le dan «recetas para ganar el cielo, guindas en aguardiente y pellizcos cariñosos en las mofletudas y rosadas mejillas». A partir de los siete años vivió en Oviedo, ciudad que convirtió en protagonista de La Regenta, su obra maestra. Allí estudió Derecho y se doctoró en Madrid con la tesis El derecho y la modernidad (1878). Desde muy joven mostró pasión por la literatura y una deslumbrante capacidad para el periodismo satírico. La revolución de 1868 despertó sus simpatías por la causa republicana y liberal, y los siete años en Madrid, donde también estudió Filosofía y Letras, le facilitaron el contacto con el círculo krausista.

AGOBIOS DEL JUEGO Y RESACAS DEL ALCOHOL

A partir de 1875 se volcó con colaboraciones en la prensa. Ya antes, a los dieciséis años, había escrito los 50 números del periódico semanal Juan Ruiz, rescatados por una nieta de Adolfo Posada en Austral (1995). En 1883 contrajo matrimonio y obtuvo la cátedra de Economía y Estadística en la Universidad de Zaragoza. Al año siguiente, se trasladó a la Universidad de Oviedo, donde enseñó Derecho Romano y después Derecho Natural, actividad que alternó con su brega de articulista y narrador. Y siempre urgido por la necesidad acuciante de dinero para tapar las goteras del juego, que a veces se convertían en un sumidero insaciable. La correspondencia con su editor y banquero Fernández Lasanta recoge testimonios abundantes de ese agobio de «jugador tan malo como empedernido», que reclama anticipos o propone trampas para que su mujer («mi tesorera») no descubra el engaño. Clarín tiene claro que lo que da dinero es el periodismo: «la literatura del garbanceo».

Como crítico, fue temido y respetado. Tanto en sus artículos como en sus relatos mostró un tono moralista rebajado por su profundo escepticismo, aplicando la ironía a las contradicciones de la España de su época. Lector infatigable y concienzudo, sus más de dos mil artículos filosóficos, políticos y literarios lo convirtieron en el primer crítico literario de su tiempo, y en una autoridad intelectual influyente y respetada. Su ideología progresista y su adscripción a la ética liberal del krausismo entroncan con la voluntad de superar la tradicional inercia cultural española, que moviliza el fin de siglo. Para Clarín, no hay valor auténtico que no sea interior. De ahí sus implacables críticas a la Iglesia institucional y su repugnancia por la falsedad, la impostura y la hipocresía, componentes centrales de la sociedad provinciana que describe La Regenta.

Si la gran obra de Clarín es La Regenta, sus relatos breves lo sitúan como uno de los grandes cuentistas contemporáneos. Son de una modernidad sorprendente y enriquecen el universo temático de sus novelas. La insignificancia del hombre en el universo, la trascendencia del arte, el valor de la inocencia o la frustración femenina constituyen asuntos centrales de su literatura breve, en la que destacan Cuentos morales (1896) y El gallo de Sócrates (1901). También iluminan aspectos escondidos de su biografía, como los problemas del autor con el alcohol, sobre los que escribe Carolyn Richmond, a partir del testimonio de Adolfo Posada en sus Memorias, donde cuenta los traslados a tomar el fresco hasta el Campo de San Francisco, donde los amigos aguardaban a que aliviara «la jumera» antes de llevarlo a casa. Si los chanchullos del juego aparecen en relatos como El cura de Vericueto , el rastro copioso de las borracheras se ilustra con personajes novelescos, como Santos Barinaga, y en los relatos Pipá , Bustamante Zurita , La mosca sabia o El entierro de la sardina . También la memoria mítica de las gestas leonesas que le contó de niño Pascual, el portero del gobierno civil, brotará más tarde en el cuento León Benavides .

EL PROVINCIANO UNIVERSAL

La Regenta (1884) es su obra mayor. A través de un argumento convencional de traza casi folletinesca, disecciona la sociedad provinciana, partiendo del convencimiento de que la literatura debía servir para mejorar el mundo. El adulterio se convierte, como en otras grandes novelas europeas de su época, en el problema moral de fondo de un universo dominado por el fariseísmo y la incultura. Ana Ozores, recién casada con un hombre maduro, se ve acosada por el donjuán Álvaro Mesía y por el magistral de la catedral, don Fermín de Pas. Se rinde al pretendiente más audaz y el magistral empuja a su marido al desafío, muriendo en el duelo. Lo mejor de la novela es su reflejo del entramado provinciano, para cuya descripción utiliza los recursos narrativos más adecuados, desde el monólogo interior al estilo indirecto.

En 1931 Oviedo le dedicó un monumento en el Campo de San Francisco, obra mancomunada de los escultores Laviada y Hevia. Aquel año su hijo fue elegido rector. Al rector lo fusilaron los sublevados el 20 de febrero de 1937. Luego dinamitaron el monumento, repuesto a medias en 1967. Durante la posguerra, los niños del parque conocían los restos del destrozo como Piedras Blancas.

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