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poesía

Música acordada

bajo las raíces VVAA Edición de Ben Clark. La Isla de Siltolá, Sevilla, 2015. 162 pp

Publicado por
josé enrique martínez
León

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E scrito entre 1970 y 1974, en buena parte en el café Tasso de Bérgamo, ciudad en cuya Universidad un joven Antonio Colinas ejercía de Lector de Español, Sepulcro en Tarquinia se publicó en 1975 en la leonesa colección «Provincia», y al año siguiente recibió el premio de la Crítica, convirtiéndose en el libro más leído, más citado y más emblemático del poeta. El libro nació de una serie de impulsos coordinados: lecturas, vivencias italianas y evocación de la tierra bañezana. De ahí que en las dos primeras partes aliente lo italiano, lo latino, y en las dos últimas sea el noroeste hispano el que proporcione los motivos. Y en medio, el largo poema (476 versos) titulado como el libro, Sepulcro en Tarquinia, poema de poemas, lleno de sugestiones, de incitaciones, que ha dado lugar a múltiples interpretaciones. Dos palabras vienen a la pluma a la hora de definir un poema sustancial en la poesía española de ahora y de siempre: emoción e intensidad. Son términos que convienen a todo el poemario, en el que la cultura y la vida se hermanan solidariamente. Sepulcro en Tarquinia se alza entre los grandes poemarios del pasado siglo. Pasan los años y su frescura, su intensa armonía, su equilibrada belleza sigue fascinando a los lectores, ganados por una palabra que roza nuestras fibras más sensibles. Hay versos en el poemario que flotan en cualquier memoria lectora: «Oh noche, cuánto tiempo sin verte tan copiosa / en astros y en luciérnagas, tan ebria de perfumes».

Sepulcro en Tarquinia ha cumplido 40 años. Para conmemorarlo, 50 poetas han dispuesto su verbo a la celebración en Bajo las raíces, expresivo ejercicio de relectura y creación personal a partir de determinados versos del poemario de Colinas. Las grandes voces del momento han acudido a la celebración: García Baena, Brines, Gamoneda, con una desolada composición sobre lo desconocido, la muerte, nada, Carvajal, Cuenca, Siles, Villena, Clara Janés, Herrero, Asunción Escribano, con un hermoso poema cuajado de simbología, Chantal Maillard, deslumbrante a pesar de su sombría concepción de la existencia...; y junto a ellos las voces leonesas de Carnicero, Llamazares, Puerto, Lanseros, Saravia y López Carballo; Colinas mismo evoca en el poema final aquellos días de juventud en los que halló en la poesía una razón de vida. Y en el epílogo, el poeta traza algunas coordenadas para el mejor entendimiento de un libro que marcó a más de una generación de poetas.

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