POESÍA
El misterioso borde del silencio
MOTIVOS DE HORIZONTE Emilio Pedro Gómez Enkuadres, Valencia, 2015. 94 pp.
L os poemarios anteriores del astorgano Emilio Pedro Gómez disponían de un claro componente emotivo; con voz emocionada dramatizaba la pérdida de la memoria en La nieve horizontal de los villanos (1996); antes había publicado Heridario (1986), poetización de las heridas de la vida, Solamor (1991), versión lírica de la vivencia amorosa, Álbum de votos (1995), Haikus de la casa (2010) y Sílabas blancas (2005). Sin pausa y sin prisa, el poeta ha ido pautado su mundo lírico con personalidad suficiente para ser más conocido entre nosotros. Con El después del relámpago (2014) la poesía de Emilio Pedro Gómez derivó hacia la reflexión sobre lenguaje, lugar en el que hay que situar su último poemario, Motivos de horizonte .
Lleva este libro un prólogo de Antonio Méndez Rubio, que hace hincapié en la idea de que el libro del astorgano es un texto implicado en la reflexión sobre la lengua del poema, no como mera estrategia poética, sino como una interrogación sobre la conciencia del mundo. El poema usa los códigos de la lengua convencional, pero sólo para desplazarlos y transformarlos en otro lenguaje «que nos ayude a entrever las posibilidades pendientes de que el mundo sea también otro».
La lectura de Motivos de horizonte no puede ser acomodaticia, entre otras cosas porque debe ser demorada, si queremos «desencriptar las claves del silencio» como dice un verso. «Silencio» es, con diferencia, el término más recurrente a lo largo de la primera parte, que propone «verter silencio/ en las palabras/ hasta cuajar las voces/ de su enigma». Lo enigmático es contrario a lo evidente, a lo inteligible al primer golpe de vista. Palabra y silencio no son es esta poesía términos excluyentes. También el silencio es forma del poema. Otra reflexión consecuente recae sobre el proceso creador. El sentido del poema no es previo, nace con él, a medida que el poema se va haciendo. Además, el poema no nace en lo seguro: persigue, pero no atrapa; «tantear la belleza», tal es su destino. La segunda parte propone otros «motivos de horizonte», otras posibilidades y perspectivas; más críptica aún, el oxímoron es la figura más ilustrativa, pues «cada cosa reclama su contraria»; así escribe: «Nuestras metáforas / qué libres / su libertad / qué cárcel». Como se ve en estas breves muestras, es esta una poesía para pensar, porque no nos ofrece la faz de las cosas como reconocimiento de lo ya sabido, sino como visión, como quería el formalista ruso Shklovski.