Diario de León

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Poesía subterránea

HASTA LA NOTICIA TARDÍA DE SU MUERTE RECIENTE, APENAS TENÍAMOS OTRA COSA QUE CARICATURAS DE CARLOS SAHAGÚN, UNO DE LOS GRANDES POETAS DEL MEDIO SIGLO. divergente

Imagen del poeta Carlos Sahagún

Imagen del poeta Carlos Sahagún

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ERNESTO ESCAPA
León

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S in reparar en el destello de sus versos, que tampoco arropó demasiado, siendo uno de los mayores poetas de aquella generación. Desde luego, nunca tuvo el ruidoso cortejo de Ángel González o Gil de Biedma, aunque el voltaje de sus versos fuera incluso superior. Por eso quedó excluido del canon circulante. Su obra ofrece versos inolvidables, contundentes como epitafios: «Le llamaron posguerra a este trozo de río, / a este bancal de muertos, a la ciudad aquella»… Una obra formada por cinco libros entretejidos con silencio. Un inicio deslumbrante, distinguido con los premios Adonais (1957) y Boscán (1961), que lo empareja con la revelación del gran Claudio Rodríguez, y luego la docena de tránsito purgatorio, de la que sale por León, donde Gamoneda le publica en Provincia Estar contigo (1973), Premio Juan Ramón Jiménez, y Primer y último oficio (1979), V Premio Provincia de León y un año más tarde Premio Nacional de Literatura. Entre estos dos últimos libros de edición leonesa, recogió su obra en Memorial de la noche (1976), publicado en la etapa de la colección El Bardo en Lumen. Aquel otoño de 1978 habían concurrido a la bienal leonesa de poesía 195 libros. Su jurado lo integraron Alarcos, Cano, Crémer, Pereira y Gamoneda. Los cinco finalistas fueron el luego ministro César Antonio Molina, el cubano José Kozer, el alcarreño García Marquina y el extremeño Ramírez Lozano. El alicantino Carlos Sahagún (de Onil) entregó como Gamoneda un primer libro silenciado a las ediciones de la revista Verbo. Ambos en 1955. Hombre naciente , de Sahagún; La tierra y los labios, de Gamoneda. Pero más allá de ese vínculo remoto y de un aprecio singular de Gamoneda por la poesía de su compañero generacional, en la edición leonesa de sus libros surgidos del purgatorio medió Vicente Gaos, compañero de Carlos Sahagún en el instituto de Segovia

Carlos Sahagún fue lector de español en Perugia y Florencia, a fines de los cincuenta. Luego, entre 1960 y 1962, en Inglaterra (Exeter), como Claudio Rodríguez y Francisco Brines. Antes había dado clases en el manicomio de Ciempozuelos (Madrid). A su regreso a España, en el verano de 1962, se integra como profesor ayudante en el Instituto Cervantes de Madrid. En 1965 obtiene la cátedra en Segovia, donde se casa con la profesora de Filosofía Maria Luisa Marazuela. En la década de los setenta, se traslada a Barcelona, donde participa en la puesta en marcha de la revista «Camp de l’arpa», y en el curso 1976-77 a Las Palmas, donde se implica en la política de la izquierda canaria, milita en Pueblo Canario Unido con Sagaseta. Su etapa en Barcelona termina en 1982 con la firma del Manifiesto de los 2300, reclamando igualdad de derechos del castellano y catalán. La hostilidad nacionalista lo empuja a volver a Madrid, donde adopta una postura retraída y distante de los círculos poéticos. En Madrid, coincide en la Inspección con el poeta leonés Agustín Delgado, viejo conocido de la etapa barcelonesa de «Camp de l’arpa».

En la dicotomía generacional entre poesía de compromiso y forma de conocimiento, opta desde el principio por la segunda, dejando el compromiso para las actitudes personales. No obstante, su poesía expresa un proceso personal que va desde el tiempo mítico de la infancia, atribulada por su experiencia de «niño de la guerra», hasta el compromiso con un momento histórico concreto, pasando por las crisis religiosas de la adolescencia. Pero nunca pierde de vista que lo esencial para el poeta es «la indagación en sí mismo, en lo oscuro, mediante la cual una vez concluido el poema, conocerá la realidad desde otras perspectivas». En ese proceso, el instrumento fundamental de Sahagún es la memoria, «fundamento teórico y tema reiterado en todos sus libros». Una tarea ensombrecida por la sordidez de la posguerra.

Profecías del agua

Repudiado su primer libro Hombre naciente (1955), la poesía de Carlos Sahagún se estrena con Profecías del agua (1958), premio Adonais marcado por la precocidad y teñido de nostalgia del paraíso perdido. Su musicalidad y referencias simbólicas enlazan con el Claudio Rodríguez coetáneo de Conjuros. Como si hubiera muerto un niño (1961), distinguido con el Premio Boscán, recorre los mismos asuntos con mayor tensión emocional y depuración expresiva. «La historia de una infancia humillada por la miseria se enmarca en el contexto generacional, sin que los estigmas de esa etapa lleguen a desaparecer nunca». Estar contigo (1973), su primer libro en la colección Provincia, depura el lenguaje de vuelos simbólicos, aligera el verso y opta por una dicción más sobria. En sus páginas aparecen los homenajes al Che Guevara, a Machado y a Alberti.

También poemas sarcásticos, como De la vida en provincias y Epitafio sin amor ( dedicado premonitoriamente a Franco). Primer y último oficio (1979) nos muestra el repliegue del poema hacia su intimidad. La reflexión existencial prevalece sobre las evocaciones y los viejos recuerdos. Un sereno desengaño abre la puerta a la «transparente primavera». Los versos de El lugar de los pájaros anticipados en la antología amorosa Las invisibles redes (2013) prolongan su última dicción.

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