Un bosque de pájaros imaginarios

D esde hace años algunas editoriales españolas están editando álbumes deliciosos para los primeros lectores, que seguramente gozaremos todos, por la belleza de su diagramación, las ilustraciones tan originales y los textos limpios e imaginativos. Tal es el caso que ahora nos ocupa, un original álbum de Ximo Abadía: imaginativo, esquemático, sencillo, bello.

Con una diagramación diáfana, un breve texto de la secuencia narrativa en cada página –o en página doble-, son las ilustraciones, vivas, coloristas y sencillas, las que cobran, lógicamente, la fuerza del protagonismo.

La historia es, por su parte, igualmente sencilla y hermosa. «Me llamo Nube –la niña narradora-. Vivo con mi abuelo en una casa roja debajo de un gran árbol». Es que su abuelo se había perdido en el bosque durante una gran nevada y decidió quedarse a vivir allí. Para no aburrirse creó un pájaro pipa, al que, como no cantaba muy bien, le enseñó a jugar al ajedrez.

No contento, siguió creando pájaros: uno cerilla, otro globo, el tercero trompeta. Les hizo una casita roja con comedero. Pero el abuelo siguió con los pájaros imaginarios, hasta el punto de que, cuando llegaron las lluvias, creó también un pájaro paraguas. Después más: uno despertador, otro taza, «que servía café recién hecho», el siguiente monociclo.

Un bosque de pájaros encantados. El abuelo enseñó a todos a volar. «Llenó el bosque de casitas y luego pasaba las tardes leyendo».

La niña Nube los vio un día al abrir la ventana.