poesía
Amor por las palabras inservibles
para ver nacer el cataclismo Francisco L. Pozo Baile del Sol, Tenerife, 2015. 104 páginas.
F rancisco L. Pozo, berciano de Igüeña, publicó en 1990 un libro juvenil, Espeluncas, y tras largo silencio, nos llega Para ver nacer el cataclismo , un poemario en el que uno entra como en un bosque desconocido, sin saber qué aventura le depara. Y el lance ha sido provechoso.
Circundan el libro dos poemas, El nublo 1 y El nublo2 , principio y final que pueden entenderse como clave del conjunto: «Ya nadie lee el nublo, / todo es pose, pústula, víspera de sótano», dice el primero; «Ya nadie lee el nublo, / todo ha de ser último minuto», apunta el segundo, deplorando la atención única al presente, desechando lo esencial. Por eso el poeta pronuncia «las palabras inservibles», las que nombraron, y las pronuncia con amor a su contextura física y a lo que significaron y debieran seguir significando: «límaco» o «típula», para llamar a la babosa y al mosquito zancudo respectivamente. Las viejas palabras nuevamente pronunciadas, las que escribe el libro de la naturaleza, que es el que el poeta insta a leer en los charcos, en las siluetas de los pájaros o en el nublo. Por otro lado, los poemas no terminan en punto final, sino en una simple coma, y empiezan con minúscula, lo que parece indicar una continuidad, es decir, que los textos son fragmentos del poema mayor que es el libro, por más que conste de buen número de secciones, entre las que la primera confirma lo antedicho: el saboreo de palabras que remiten a labores ancestrales en las que hay cuelmos, trébedes y pregancias, cuando era «tan desnuda la vida / tan sencilla la muerte». Pero el poemario es mucho más que eso, y en él hay personalidad, la necesaria para que en el poemario, Para ver nacer el cataclismo, intuyamos un poeta con recursos para construir un mundo lírico propio y diferente.
Tal vez la temática general sea la vaciedad del mundo, la crítica a lo superficial y el simulacro frente a lo auténtico; el tono de fracaso lo salva acaso el amor, capaz de desmentir incluso el título perturbador del libro: «y te espero a ti, solamente a ti, / para (NO) ver nacer el cataclismo». Pero sobresale el juego de vocablos nunca gratuito, el paladeo de los mismos que se dibuja en frases y versos: «las vacías noches de luna hiena», «quemas, quieres, / ¿qué más quieres?», sin contar los poemas espejo, los versos en eco y hasta un ingenioso palíndromo: «rezo al revés oración, no Ícaro». Estamos, pues, ante un buen libro y ante un poeta con el camino ya expedito.