Rodrigo Cortés: «El cine implica mucho dolor que nadie conoce»
l El director de películas como ‘Buried’ publica ‘Dormir es de patos’. Rodrigo Cortés es un hombre al que no le asustan los retos y que odia quejarse. Es uno de los pocos españoles que se ha aventurado en el mercado anglosajón y dirigido a actores de la talla de Robert de Niro o Sigourney Weaver
L leva años sin firmar un largometraje, aunque durante este tiempo no ha parado. Ha escrito guiones, trabajado en publicidad y producido películas. El creador de Buried acaba de publicar Dormir es de patos (Delirio), un libro de sentencias breves que prefiere llamar «antiaforismos».
—¿Por qué a sus textos a sus escritos antiaforismos?
—Tengo la impresión de que los aforismos tienen un componente casi didáctico que aparece de forma inconsciente. Y lo que yo hago no pretende tener esa función. Lo que busco es expresar una determinada mirada que no define una realidad, sino una perspectiva, que a su vez delata una ubicación.
—¿Le gustaría rodar una comedia?
—De un modo u otro siempre he rodado comedias. Buried se puede considerar una comedia sobre las compañías telefónicas que bien pudiera haber sido encargada a Kafka. En todo lo que he hecho, incluida Luces rojas , hay una mirada envenenada y vitriólica del mundo. Sólo cuando te elevas por encima de esa gravedad y consigues hablar de lo más oscuro con el tamiz del humor se consigue algo que merece la pena; se logra entonces una negrura que ni siguiera sirve de catarsis para uno mismo.
—¿Cree que el Gobierno maltrata al cine español?
—Soy de los piensan que llorar nunca es efectivo para lograr algo. Creo firmemente en la responsabilidad individual y que el tablero es el que es y no se discute. No pierdo un segundo en eso. Lo mío es imaginar una meta y tratar de encontrar el camino que conduzca a ella. Si es preciso desbrozar con un machete la espesura lo hago, pero nunca se me ocurre culpar a la espesura.
—Dice que España necesita un exorcista más que un estadista. ¿Tan mal lo ve?
—Si algo nos sobra son quejas. El español se define por su complejo y lo único que hace mejor que infravalorar es sobrevalorar. Me interesa proyectar una mirada neutra sobre las cosas que me permita hacer la mejor jugada posible dentro del tablero. Mi relación con el entorno en realidad es amable.
-—¿Y cuál es entonces el principal complejo del español?
—Él mismo. El complejo del español es una constante observación de sí mismo que le impide muchas veces moverse porque de antemano ha sido juzgado por sí mismo. Al español le preocupa más la posible reacción que la funcionalidad o el pretendido poder de ese movimiento. Y eso nos resta impunidad, que a veces es fundamental para golpear con fuerza.
—¿Hay que ser muy obstinado para rodar una película?
—Hay que ser genéticamente aragonés para sacar adelante una película. Hay mil motivos por los que una película es imposible y solo uno la hace posible. El cine se puede definir como la consecución de una improbabilidad estadística, y para poder luchar contra la estadística hace falta un determinado carácter que hace que los muros aparezcan algo más invisibles de lo que son, que la ley de la gravedad opere con un poco más de retraso.
—¿Por qué hace tanto tiempo que no filma un largometraje?
—En este tiempo he producido dos películas, he escrito varios guiones, he publicado tres libros, he hecho publicidad y cortometrajes, pero es verdad que llevo tres años sin rodar un largo. Ahora estoy trabajando en tres proyectos complejos de forma paralela. Todos ellos exigen el ordenamiento de muchas piezas.
—¿Está todo inventado en el cine?
—Tan legítimo es decir un ‘sí’ como un ‘no’ de modo rotundo. Porque cuando uno inventa algo que no estaba antes lo que hace en realidad es contar una historia. Pero aunque se usen los mismos recursos expresivos, siempre hay una forma distinta de hacerlo.
—Publica casi todos sus antiaforismos en Twitter. Parece mucho más sencillo escribir que hacer cine.
—Los escribo con el móvil. El trabajo cinematográfico implica mucho dolor que es desconocido por el gran público, mientras que la escritura es más directa y reporta resultados inmediatos. Por ejemplo, cuando haces una película, primero hay que escribirla, luego conseguir la financiación y a continuación diseñar una logística para poder desarrollarla. Al final se acaba manejando un equipo de 150 personas que, con la intervención de los extras, puede llegar a las 4.000.