Diario de León

Del cactus y otros menesteres

cactus Rodrigo Muñoz Avia FAlfaguara, Madrid, 2015. 230 pp.

Publicado por
nicolás miñambres
León

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A utor de dos novelas de considerable impacto, Rodrigo Muñoz Avia se adentra en Cactus en un problema espinoso, nunca mejor dicho. Cualquier lector debe pertrecharse de una sensibilidad especial, necesaria en muchos pasajes para asimilar debidamente las impresiones de Agustín, el protagonista. El personaje, fracasado en su vida, sigue el consejo de su prima Lidia, que trata de orientarle después de su fracaso como profesor de Lengua y del abandono de su novia. Lidia le facilita un humilde puesto de trabajo en Estados Unidos, en la universidad de Stanford, en California. Le confiesa algo definitivo: «Ya lo verás, allí nadie ha perdido nada, es impresionante. Sólo miran hacia adelante». Allá se planta Agustín, con sus veintisiete años, para seguir un curso sobre cactus.

A pesar de este planteamiento argumental, clásico en principio, el lector debe adoptar una actitud lectora idónea para asimilar el comportamiento de Daniel ante una sociedad como la norteamericana, proclive a situaciones y reacciones inesperadas para un europeo, especialmente como Daniel. No hay duda de que el elemento humano, especialmente el femenino, condicionan las reacciones del protagonista, como se observa el desenlace de la obra. Katheryne, y sobre todo Cynthia y Christina, condicionan el comportamiento del personaje influyendo de forma decisiva en sus decisiones, como ocurre de alguna forma también con la sirvienta Rowena. Desagradablemente curiosa es la relación con el antipático sueco Arvid y el personaje Tse, ‘el navajo del jardín’, ambos con una curiosa proclividad al alcohol, al que también es aficionado Daniel.

El desenlace ofrece un curioso tratamiento de los cactus, de gran belleza en una novela que es un prodigio de progresión narrativa con un final teñido de nostalgia, impensable en muchas de las primeras páginas.

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