Diario de León
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miguel lorenci

Camilo José Cela, (Iria Flavia, 1916-Madrid, 2002) se refugió en varios personajes. Entre todos, se impuso el más odioso. El del ogro que rugía y escandalizaba con sus soeces exabruptos y excentricidades. Era solo una coraza, una fachada tras la que se ocultaba y protegía un ser «angustiado, inseguro, muy contradictorio y que pedía socorro». Así lo sostiene su hijo, Camilo José Cela Conde (Madrid, 1949), que coincidiendo con el centenario del nacimiento de su progenitor y premio Nobel de Literatura le quita ese escudo. Lo libera de sus máscaras para ofrece al lector Cela, piel adentro (Destino).

«Si he acertado -dice- tendremos el retrato cabal del hombre que dábamos por perdido». Traza un retrato literario y personal a partir de las cartas de Camilo José Cela envió a su esposa, Rosario Conde. Fueron más de un millar «y se irán publicando poco a poco», dice Cela Conde de un material inédito que su madre le legó tras la muerte de su padre. Unos papeles que dotan de una nueva dimensión al controvertido genio, el autor de La Colmena o Viaje a la Alcarria , a quien su hijo define como «un clásico raro» a quien la celebración de su centenario «le parecería un gilipollez».

«Para Charo, mi madre, la única persona que conoció al Cela de piel adentro» es la dedicatoria de un libro que desvela a un Cela desconocido. «Acaso en las antípodas de su personaje» aventura su hijo que ya trazó una primera aproximación a la caleidoscópica y compleja figura de su progenitor en Cela mi padre . Que nadie busque en el libro mala baba, ajustes de cuentas o afán de venganza por los ‘años oscuros’ en los que Cela, casado en segundas nupcias con Marina Castaño, cortó amarras con su familia y entró en un burbuja impenetrable. Su hijo, a quien Cela desheredó y que recuperó su herencia en los tribunales, nada le reprocha y nada le echa en cara. Y la mejor manera de no meterse en ese jardín es «no abordando» ese tiempo oscuro en el que, alejado de su padre, confortó a su madre, «el eslabón más débil».

Recibió Cela hijo un cajón con un millar de cartas, artículos y documentos, incluida una comedia inacabada, cuya existencia desconocía. Más de 400 páginas que «carecían de valor, según mi madre, aunque yo sabía que no era así». Su lectura le reveló a un joven Cela enamoradísimo de su madre, carcomido por las dudas, la inseguridad, el temor al fracaso y las contradicciones. Alguien que mientras escribe el ‘Pascal Duarte’ es capaz de proponerse como censor franquista o pedir a su tío que le ponga un bar. «Un Cela que no cuadra con el que conocemos y que quizá está en sus antípodas» insiste su hijo.

«Muy alejado de ese personaje tremendo, procaz, soberbio y dominador que parecía desayunar un niño crudo cada mañana y capaz de arrojar a la piscina a una reportera ante las cámaras». Alguien a quien el doctor Santiago Prieto califica de «ególatra, mujeriego, procaz, bárbaro, rijoso, glotón y pedante» y un sinfín de lindezas antes de reconocer la inapelable genialidad de su obra. «Yo no sabía que hubiera existido un Cela así, tan diferente, y que no fui capaz de ver en primer libro, que ahora me parece un fracaso» confiesa Cela Conde, que presentó su libro en la Biblioteca Eugenio Trías-Casa de Fieras del parque del Retiro.

¿Fue el personaje de Cela una fiera que lo devoró?. Su hijo pensó durante mucho tiempo que sí. Pero hoy cree que, «huyendo de ese personaje entró en una espiral». «Se deslizó por un pendiente resbaladiza -dice- que se hizo más aguda tras recibir el Nobel, pero de la que acertó a salir». Y fue gracias a «un as que tenia en la manga», Madera de boj «un libro magistral con el que logró volver al principio, al Cela de Mrs. Caldwell habla con su hijo y Pabellón de reposo ».

Sin arrepentimiento

Antes había protagonizado un de los episodios más bochornosos en la vida del Nobel, acusado de plagio en ‘La cruz de San Andrés’, el libro que le daría el premio Planeta tras el Nobel. ¿Se arrepintió?. «No. Cela No se arrepentía nunca de nada, aunque le pasara factura, y esa habría sido su repuesta. Pero por confesiones a dos de mis tíos, sé que en algún momento expresó su preocupación por haber metido en un lío enorme y haber perdido los papeles». «El oficio de escribir consiste en inventar personajes y el primero que inventó Cela es el suyo» reitera su hijo para que nadie se llame a engaño. Advierte que, lejos de ser imposturas, «fueron construcciones literarias». El le libera ahora de esa coraza, de la sucesión de máscaras que ocultaba al hombre bajo la ficción del escritor. Cree Cela Conde que el lema de padre, ‘Quien resiste gana’ «es una tautología». A través e de sus cartas revela a un Cela «que lanza gritos de socorro, que se siente solo, desesperado y abandonado» en muchas ocasiones. Tentado de tirar la toalla infinitud de veces. Incluso cuando le encargan ‘La catira’ y viaja a Venezuela.

Cela leyó el primer libro de su hijo sobre él, «pero no hizo el menor comentario, aunque por terceras personas supe que le había encantado», explica Cela Conde. «No se que habría dicho de este. Pero si yo fuera fatuo, ridículo y desmesurado, diría que a lo mejor este libro lo podría haberlo escrito él».

Descubrir a un clásico raro

Ante su centenario cree que es «un error y un horror obligar a los estudiantes a leer a Cela». «Lectura obligada es un oxímoron» asegura este profesor de antropología. Recuerda como él odió la poesía y a Juan Ramón Jiménez desde que su padre le obligara a leer Plateto y yo . «Otra cosa es invitar a los jóvenes a leer a Cela; darles la ocasión de que comprendan que si les ha gustado un párrafo, merecerá la pena seguir leyéndole y descubrir su obra». Lamenta, con todo, que los jóvenes conozcan apenas el eco de su últimos años «por la fanfarria de las revistas y la televisión». Le duele que se les hurte que «ese viajero vagabundo y novelistas tuvo el acierto de escribir algunos de los libros más inquietantes y hermosos de la letras españolas contemporáneas».

«Celebrar su centenario la habría parecido una gilipollez, por decirlo con su propias palabras, pero estaría encantado de ver como se buscan sus libros», dice su hijo que lamenta también que a cien años de su muerte «haya quedado en el olvido para mucha gente». «La obra de un escritor está viva mientras se lee y a Cela se le lee, aunque no lo suficiente, creo. Pero no hay que lamentarse.

Su resurrección llegará poco a poco. Para bien y para mal se ha convertido en un clásico; un clásico raro, como Quevedo, y como lo es Cervantes en alguna medida, aunque de vértigo decirlo en el cuarto centenario de su muerte». En el centenario «no habrá inéditos». Aunque reconoce Cela Conde que dispone de poemas y textos casi desconocidos, como el manuscrito de Cela en defensa de Fernando Arrabal, «no hay un nueva novela y no creo que la haya». «Por desgracia no dejó otra novela más allá de Madera de boj » dice su hijo. Pero asegura que las cartas a Charo Conde «irán apareciendo poco a poco en la prensa».

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