Cerrar

POESÍA

Latir, a pesar de todo

LA COSTUMBRE DE SER LLUVIA Fermín López Costero Entorno Gráfico, Granada, 2016. 82 páginas

Publicado por
JOSÉ ENRIQUE MARTÍNEZ
León

Creado:

Actualizado:

M morial de las piedras’ (2009) y La fatalidad (2014) son los dos poemarios anteriores del también narrador berciano Fermín López Costero. El nuevo, La costumbre de ser lluvia , lleva un excelente prólogo de Magda Robles León. La primera parte del libro se titula Senderos de ceniza y la segunda como el propio poemario; la ceniza y la lluvia se convierten en los signos que sintetizan una visión de la vida entre la sombra y la aspiración a la luz, en ese difícil equilibrio entre el precipicio y el vuelo que supone el primer poema y como dice otro, «sin barra de equilibrio ni utopía a la que aferrarse», pero siempre con ansia de sobrevivir, de «latir, a pesar de todo». En el ámbito de la ceniza se acumulan elementos sombríos, en efecto. Ni siquiera sirve recurrir a la infancia, cuanto todo era un milagro, antes de que la adolescencia despertara la conciencia temporal y suprimiera la inocencia con que se miraba el mundo; como no sirve la vuelta a la casa que un día se abandonó, pues significa «penetrar en la tristeza que aún te pertenece». La memoria, sin embargo, cae del lado de la vida; el olvido y la desmemoria, del lado de la muerte. De ahí la tétrica visión de la vejez: «Candil en mano, / vagaras por los pasillos oscuros e interminables / de la memoria perdida, / aporreando puertas / que nunca volverán a abrirse». Un buen poema de esta primera parte es La fuente , la fuente que no mana; si la mariposa, posada sobre el filo de la guadaña, «nos recuerda que lo bello es terriblemente efímero», la fuente, por su parte, no da agua, solo espejismos: ¿Qué mejor símbolo que este, o Ícaro en otro poema, del fracaso de los sueños?

La lluvia de la segunda parte aporta buen número de sugerencias, evoca otros tiempos y lugares, pero es una evocación impregnada de melancolía. Bien es verdad que hay otras lluvias: las de otoño, que llegan para saciar la sed de lluvia, precisamente, con las connotaciones que se quiera, o la lluvia de las ausencias, de los muertos que nos han precedido, con alguna tétrica visión como cuando nos supone habitantes de un lóbrego soportal «viendo pasar el carro de la muerte». La muerte está muy presente en el poemario; no en vano, como el poeta escribe a lo Quevedo «somos muertos precoces».

La poesía de Fermín López Costero, despojada de baratijas verbales, se centra en lo esencial humano visto desde el yo como sujeto paciente, creando un clima sentimental dominado por el desconsuelo y la tristeza.

Cargando contenidos...