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POESÍA

Como huidizas palomas

sin tiempo ni añoranza Antonio Manilla Premio Paul Beckett, Fundación Valparaíso, Madrid, 2016. 52 pp.

Publicado por
JOSÉ ENRIQUE MaRTÍNEZ
León

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F ábula y memoria’ es el primer poema del nuevo libro de Antonio Manilla, Sin tiempo ni añoranza . ‘Fábula’ remite al mito, a una representación ficticia. La fábula es, en todo caso, un relato: aquí, la historia de la humanidad, la aventura siempre esperanzada y siempre desolada, «como resultan todos / los sueños de los hombres». Así es la historia, el poso de nuestra memoria, en la que se activa la memoria colectiva, nuestro pasado y nuestro futuro. El poeta sabe la propensión al mito de la memoria, pero también que los recuerdos personales pasan por el tamiz temporal que criba y reelabora. De ahí algunas cautelas que creo percibir al trasladar las «huidizas palomas» del pasado hacia el presente. Es preciso señalarlo, porque Sin tiempo ni añoranza poetiza dos motivos esenciales: la evocación de un pasado y el amor hacia un tú concreto. Domina, por lo tanto, el sentimiento, impregnado de temporalidad. Se trata, creo, de volver a sentir lo que una vez se sintió, sin olvidar que se efectúa desde el sentir y el pensar del adulto. De ahí que, por ejemplo, cuando evoca a los padres como cimiento de confianza y seguridad vital, quiera «dejarlos para siempre / en mi memoria como una vez fueron», para que sigan siendo «la luz que me sostiene». Se poetiza, pues, una parte del legado sentimental, y se hace desde una serenidad de ánimo y de palabra que me recuerda a Machado cuando hablaba de una tarde tranquila en la que «tener algunas alegrías... lejos / y poder dulcemente recordarlas». No nombro a Machado en vano. Desde mi percepción lectora, Manilla coincide con la tradición entrañable de los poetas en los que ha cuajado la serenidad evocadora, el pálpito emotivo y el verso melodioso, como Machado, Quasimodo o en la actualidad Sánchez Rosillo.

En la armoniosa poesía de Manilla vemos impreso el sentimiento de la belleza. El poeta mismo se siente «un dulce herido» por ella ante el fulgor de Roma, ante el arte o ante el paisaje en Nieve y silencio , hermoso poema en el que el silencio de la noche se subsume en el de la nieve, que, como sólida sombra, impide que cuaje la luz del amanecer, convirtiendo el día en «ficción de eternidad», en imaginaria noche eterna.

El poemario se cierra con un poema estremecedor: «Nos engaña el olvido», reitera el estribillo; el olvido de lo que somos: carne mortal; pero cuando la muerte llegue palpará el hombre «su soledad congénita / el legado inmortal que recibió en herencia».

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