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POESÍA

Quise elevar al hombre

LA CIUDAD Diego Jesús Jiménez Prólogo de Tomás Néstor Martínez, Apuntes críticos de J. M. Molina. Bartleby, Madrid, 2015. 154 páginas

Publicado por
JOSÉ ENRIQUE MARTÍNEZ
León

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E n 1965 publicó Diego Jesús Jiménez La ciudad , poemario avalado por el premio Adonáis. Su obra posterior fue relativamente parca, pero con reconocimientos como el premio Nacional, que le fue concedido a Coro de ánimas (1968) primero y a Itinerario para náufragos (1996) después. No podemos decir, sin embargo, que le acompañe la misma atención de estudiosos y lectores. Injustamente, porque es uno de los poetas de más alta cota lírica con que nos podemos encontrar. En los últimos años ha cambiado la situación, merced, entre otras cosas, a los apasionados empeños investigadores del leonés de Veguellina, verdadero activista de la poesía, Tomás Néstor Martínez, que en 2010 defendió su tesis doctoral sobre la poesía del poeta de Priego (Cuenca) y en 2011 publicó, con importante premio de investigación detrás, un estudio definitivo: El sometimiento de la palabra (poética). La poesía de Diego Jesús Jiménez . Tomás Néstor es quien ahora prologa extensamente (cuarenta páginas) la reedición de La ciudad con motivo del cincuentenario de su salida. La verdad es que el tiempo no ha hecho mella en el poemario, pues suena tan singular e innovador como cuando se publicó: es un libro vivo, en suma, que el poeta organizó en cinco Rondas (del agua, de la noche, del aire, de las piedras y del hombre), como si aludiera al recorrido sentimental por una ciudad de ciudades (Cuenca, Priego, Madrid); pero no diré nada de La ciudad si no es al rebufo de la pluma de Tomás Néstor, con la dificultad de sintetizar en breves líneas una visión crítica honda y extensa. El crítico propone, en último extremo, una lectura como «poesía mística» de carácter laico y civil, que no es un oxímoron: yo también creo en una poesía mística sin arraigo religioso, deseosa de trascender la materialidad de la experiencia.

Lo cierto es que las sucesivas Rondas las entiende el crítico en disposición concéntrica, abrazándose circularmente hasta abocar a la médula: «Las diferentes rondas serán estancias desde las que un yo reflexivo sigue el camino de ascenso hasta alcanzar la entrada en el vehículo interior que es la Ronda del Hombre», centro en el que todas confluyen y culminan.

Con esta pauta podemos adentrarnos en la lectura de un poeta en el que se conjugan admirablemente muchos ritmos entrecruzados en la marcha del poema, y que escribió: «Presté atención al hombre, quise elevarlo / de una vez para siempre».

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