La ‘gentrificación’ contada a hipsters
l Un libro analiza los últimos cambios de las ciudades. Filandó n daniel sorando y álvaro ardura presentan ‘first we take manhattan’, una obra sobre la evolución sociológica de las ciudades
D el sur de Manhattan al Southwark de Londres pasando por la Malasaña madrileña, una ola de «destrucción creativa» ha recorrido en las últimas décadas los viejos guetos de las grandes ciudades transformándolos en barrios de moda. Mientras unos celebran la «regeneración» urbana, otros advierten de los peligros de la «gentrificación». Daniel Sorando, doctor en Sociología, y Álvaro Ardura, arquitecto y profesor de Urbanismo, analizan el fenómeno en el libro First we take Manhattan e invitan al lector a un recorrido histórico por esas ciudades, mientras suenan imaginariamente las canciones de Leonard Cohen y Bob Dylan.
Conviene, antes que nada, aclarar qué significa esa palabra de moda. «‘Gentrificación’ es un término elástico que lleva muchos procesos relacionados, pero básicamente consiste en que la población de mayor poder adquisitivo desplaza a la gente de bajos recursos», como explicó Álvaro Ardura. La proliferación de comercios dirigidos a esos nuevos urbanitas —tiendas de cupcakes , ropa vintage o repostería para perros— es la parte final y más visible de un fenómeno que silenciosa y lentamente impone otras consecuencias, como la pérdida de diversidad, el destierro de lo público y la «invisibilización» de los perdedores. Aunque en cada ciudad y momento el proceso adquiere unas características propias, los autores distinguen cuatro etapas: abandono del barrio, estigmatización, regeneración y mercantilización.
En ocasiones se añade una quinta fase, la resistencia. El caso más paradigmático es el del Lower East Side de Manhattan. Un barrio abandonado en la década de los años setenta, cuando los bancos dejaron de refinanciar las hipotecas de los propietarios y éstos se desentendieron de sus viviendas, cada vez más ruinosas, con inquilinos incluidos.
La delincuencia y la marginalidad se instalaron en sus calles ante la pasividad de las administraciones públicas, hasta que empezaron a llegar los primeros artistas, aprovechando los bajos precios y los amplios espacios de antiguas naves industriales, ideales para desarrollar su trabajo, según explican los autores del libro.
La siguiente fase es el desembarco de la burguesía urbana, «ávida de identificarse con los valores estéticos impuestos por la vanguardia artística». El loft se convierte en residencia de lujo, los precios suben, y finalmente artistas y antiguos vecinos abandonan el barrio. En las páginas del volumen, editado por Catarata, se recoge un ejemplo más reciente, el del Bronx neoyorquino, cuyo distrito de Mott Haven se ha rebautizado como Piano District, por su pasado como sede de la industria de elaboración de pianos. Los promotores toman esa seña de identidad, junto al pasado conflictivo del barrio y lo convierten en algo cool .
En Madrid, uno de los barrios afectados por la gentrificación ha sido Malasaña. Sorando y Ardura recuerdan que las calles traseras de la Gran Vía se convirtieron en la posguerra en un territorio marginal y que el centro en general perdió el 40% de su población.
Durante la Transición, jóvenes de nivel social y cultural medio y alto convirtieron el barrio en laboratorio de experimentación social y cultural, la cacareada Movida, y años después fue el turno de los «hijos de las urbanizaciones de la periferia», que buscaban sentirse parte de esa imagen «bohemia y underground ». Otros casos que se analizan en España son el Raval de Barcelona, la Magdalena de Zaragoza o el Cabanyal de Valencia. Entre las señales de «resistencia», se incluyen acciones como la del ayuntamiento de París, que está adquiriendo opciones de compra de vivienda para mitigar la rotación poblacional en algunos barrios. O la aprobación de una ley en Berlín para frenar el precio del alquiler, disparado en un 32% entre 2007 y 2013.
Uno de los propósitos del libro, explica Álvaro Ardura, es hacer un llamamiento a los poderes públicos para que «contrarresten la deriva del mercado» con medidas como la provisión de parque público de vivienda.
Pero sobre todo el libro First we take Manhattan va dirigido a los nuevos moradores del centro urbano, a quienes se plantea una reflexión sobre cómo queremos que sean nuestras ciudades, si hogar de personajes como aquellos que describía Dylan en Desolation Row o «paraísos de turistas, hípsters y mascotas».