POESÍA
La música del tiempo
RELOJ DE MELANCÓLICOS José Luna Borges Los Papeles del Sitio, Sevilla, 2016. 62 páginas
C omo poeta, José Luna Borge (Sahagún, 1952), investigador literario y notable diarista, es autor de Las buenas costumbres (89), Desconocidos (1997) y Los días inciertos (2003), poemarios en los que el paso del tiempo origina un tono desengañado y melancólico, predominante también en Reloj de melancólicos . Poetiza ahí las huellas del tiempo en la memoria.? Pero el pasado se presenta con contornos poco nítidos, decolorados por la niebla, sea real o metafórica, sea la niebla a través de la cual halla paso la luz del farolillo del tren o sea «la niebla de los días» en la que se diluyen las fronteras del recuerdo. En uno de los poemas reflexiona el poeta sobre los eslabones perdidos del recuerdo, desdibujados, brumosos o extraviados en la niebla del pasado, en la que recordamos acaso espacios y personas, pero donde se ha desvanecido nuestro rostro, nuestra imagen, nuestro paso. Otra imagen metafórica es el viento que «lo llevará todo un negro día»; como dice otro poema, «un simple viento es suficiente / para llevarlo todo y no dejar / ni rastro de nosotros». El poeta va creando de este modo un ámbito de negativismo sin esperanza: «Todo se perderá», «nada ha de quedar de nuestro paso», porque el tiempo, con alusión garcilasiana, es el que no muda de costumbre. No es extraña la huella garcilasiana en varios de los poemas, del sereno discurrir de los versos del toledano preñados de amorosa melancolía. Estamos ante el gran libro de la tradición, en el que Luna Borge ha profundizado como investigador y como poeta, el gran libro en el que resuenan, por ejemplo, Gil de Biedma («a veces uno sabe / que la vida no va en serio») o la Epístola moral a Fabio , cuando espera que los días que restan sean propicios y que el tiempo «te acoja con piedad entre sus brazos».
No son los recuerdos un espacio de alegría, puesto que se asientan en un pasado que nunca volverá, como constatan varios poemas. Pero hay, sin embargo, algunos recuerdos complacientes que comparecen radiantes en el presente: «los momentos de belleza / que la vida nos ha ido concediendo», que «son pocos, pero llegan / de tarde en tarde». Esos y otros momentos llevan al poeta a invocar el carpe diem : «Goza del momento, de los pequeños, / ordinarios milagros que suceden / de vez en cuando y alguien nos obsequia». Se trata de aprovechar los dones que la vida va ofreciendo, los pequeños milagros que perviven en recuerdos que arropan nuestros sueños y en ellos brillan todavía.