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Memoria confidencial
EL 26 DE NOVIEMBRE SE CUMPLIÓ EL CENTENARIO DE CARMEN DE ZULUETA CEBRIÁN (1916-2010), LA SOBRINA COSMOPOLITA DE BESTEIRO QUE TRASLADÓ A NUEVA YORK SU MEMORIA GENEROSA DE UNA ESPAÑA QUE OTRA VEZ TAMPOCO PUDO SER. . divergente
P ocas personas han paseado con tanta sensibilidad y pulcritud el legado de la Institución Libre de Enseñanza, en cuyas aulas se formó antes de partir al exilio con su padre, ministro y embajador de la república. Primero Roma, luego París y más tarde Bogotá fueron las escalas de un destierro que concluyó en Nueva York, con una estancia de ocho años en Brasil, recién casada en 1944 con el abogado Richard Greenebaum. En 1941 se había graduado en Filología Románica en Harvard y más tarde se doctoró con una tesis sobre el malogrado Navarro Ledesma, que le dirigió Francisco Ayala en Nueva York y publicó Cela en Alfaguara, en 1968. Precisamente Ayala evoca en sus memorias cómo las hijas de Zulueta se empeñaban «en mantener alejadas del padre a las amigas de la casa y a sus propias amigas». El pedagogo Luis de Zulueta falleció en Nueva Yok en 1964, a sus 86 años. Su correspondencia con Unamuno fue el primer epistolario publicado por la hispanista Carmen de Zulueta, que también editaría más tarde la correspondencia teatral de Galdós y las Cartas desde la prisión de su tío Julián Besteiro.
LA ESPAÑA QUE PUDO SER
Carmen de Zulueta, antes de abordar la confidencia de su memoria institucionista en La España que pudo ser (2000), estudió Un siglo de educación de la mujer española , en 1992, y un año después Ni convento ni college. La residencia de señoritas . Pero su memoria más palpitante se ofrece en Compañeros de paseo (2001), Caminos de España y América (2004) y Mi vida en España 1916-1936 , que vio la luz ya póstumo en 2011. Si las notas de este último resultan más sumarias y acuciadas por la demanda solidaria de un hijo y un viejo amigo, los otros dos libros ofrecen la imagen más sugestiva del exilio hispánico en Nueva York, con la presencia poco conocida de la familia García Lorca al cobijo del ex ministro Fernando de los Ríos: Sus padres, Federico y Vicenta, sus hermanas Concha, viuda del alcalde fusilado de Granada, con sus tres hijos, e Isabel. También el profesor Francisco García Lorca, casado con Laura de los Ríos.
Un entorno en el que se mueven los profesores Federico de Onís, remoto editor con Américo Castro de los fueros leoneses, Ángel del Río y Victoria Kent. Y evoca visitas más pasajeras, aunque de mucha sustancia, como la viuda de Azaña, o Carmen Castro, ya casada con el filósofo Zubiri, que se había vuelto «cursi y franquista» e «iba llena de cadenas de oro, medallas de vírgenes y santos variados», mientras criticaba el estilo institucionista «de alpargatas y sombreros de lona, como campesinos». Ella, concluye Zulueta, «que se había bautizado para casarse con un cura».
IBERIA EN MANHATTAN
La suma elegancia de que constituye la sencillez, recreada por una benevolencia que brota del trato directo, rescata el universo poco conocido del exilio hispánico en Nueva York. La política Victoria Kent, secretaria de María de Maeztu en la Residencia de Señoritas de Madrid, llegó a Nueva York en los cincuenta y se puso en contacto con su ministro de los Ríos. Él le presentó a la millonaria Louise Crane, con quien iba a vivir una relación sentimental de 37 años. Crane financió entre 1954 y 1975 la edición de Ibérica, la revista opositora cuya dirección compartía Salvador Madariaga, sobre quien su hija Nieves comenta a Carmen Zulueta cómo «los artículos de papá, los escribe mamá», una economista escocesa.
Atraídas por la acogida de estas mujeres, pasan por su entorno neoyorquino desde la Nobel Gabriela Mistral a Zenobia Camprubí, que tantos pasajes baratos había gestionado con la naviera del marqués de Comillas a jóvenes americanas que venían a cursar estudios en España, o la novelista Rosa Chacel; la profesora Aurora de Albornoz, la actriz Rosita Díaz (antigua novia de Buñuel y mujer del hijo de Negrín) o la química Pilar Madariaga y las hijas de Ortega o Salinas. Louise Crane venía de una relación anterior con la poeta Eli Bishop, quien la abandonó al encontrársela en la cama con la cantante de jazz Billie Holliday.
La secuencia evocadora de Zulueta no limita su escenario al exilio neoyorquino, sino que tiende la vista al interior, para retratar el desamparo de su tía Dolores Cebrián, a quien la hemiplejia y la viudez resignan a vender su chalet de la colonia el Viso al comerciante alemán Enrique Loewe, dueño de la tienda de lujosos objetos de cuero. Además del dinero acordado por la compra, Loewe traspasó a la viuda de Besteiro el alquiler de su piso de la calle del Pinar.
También incorpora Zulueta en Compañeros de paseo , cinco estampas del 98, que nos presentan a un Machado que recrea en su Mairena la enseñanza institucionista de Giner, extrayendo la savia más auténtica de la raíz profunda de España; un Unamuno familiar amasando bolas de pan con las migas, mientras come en casa de sus padres; un Valle-Inclán disparatado, que renuncia al puesto de Conservador General del patrimonio Artístico de España, «para que su mujer leonesa y sus hijos no vean nada de su sueldo»; un Baroja sarcástico, que asusta a las muchachas Zulueta evocando a los negreros del ingenio de azúcar Vizcaya de la provincia cubana de Oriente; y un Azorín pusilánime que transita del acomodo maurista al servicio a de la Cierva, «un animal que no come hierba».