Diario de León

Poemario sobre la belleza de la piedra

l Juan Manuel Uría publica ‘Harria’, un texto bilingüe sobre el monolito como espejo del hombre. harria Juan Manuel Uría Gallo de Oro. 168 páginas. 15 euros.

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carmen sigüenza
León

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U na piedra quieta siempre está viva», decía Oteiza, el gran escultor vasco que veía en ella algo sagrado y mágico. Y así lo plasma también el poeta Juan Manuel Uría, quien acaba de publicar Harria (piedra), un poemario bilingüe en el que hace una lectura universal del monolito «como espejo del hombre».

Pero, además, Harria , publicado por el Gallo de Oro, en castellano y euskera, es un homenaje al abuelo del autor, el famoso Errekartetxo, Santos Iriarte, levantador de la mítica piedra Albizuri Aundi, la más famosa entre las piedras irregulares.

Y es que Juan Manuel Uria (Rentería, 1976) ha escrito todo un tratado, poético, sobre la belleza de la piedra, un texto híbrido, mestizo, que bien podía considerarse también un ensayo sobre mitología y antropología. «La poesía y la piedra van de la mano, la mano en la piedra compone el verso. Si la poesía es la palabra en el tiempo, la piedra es poema objetivada en ese tiempo, la marca de ese paso. Los prehistóricos lo sabían. Sabían la música y el fuego que encierra, y por eso las golpean entre sí», explica el autor en una entrevista.

Piedra: tiempo y poema

El escritor añade que esto también lo conocía Oteiza, lo sagrado que encierra la piedra, los círculos megalíticos hechos de piedra, propiamente vascos. Un tema, que, aunque parezca una apuesta arriesgada por local, es el tema más universal que existe, según el autor. «Se trata de la piedra como espejo de lo que es el hombre, de lo que somos, porque la piedra es tiempo, es música y por ende poema».

«Parto de lo local a lo universal —aclara—, todo está unido y en correspondencia. La piedra que levantaba mi abuelo es la misma que observaba el indio algonquino sabiéndola parte del círculo de la vida, ese círculo como un crómlech, círculo de megalitos donde mirarse muy dentro», dice.

Según Uría, el levantamiento de piedra hoy se ha modernizado. «Sobre todo desde Iñaki Perurena —argumenta—, que fue, digamos, el punto de inflexión en este sentido. También de divulgación y estudio, además de que introdujo ciertos cambios en la piedra para poder asirla mejor en la alzada. Es un deporte rural que sigue practicándose mucho actualmente», sostiene. El poeta explica también que los deportes rurales vascos están emparentados con el trabajo, de lo que hacen después algo lúdico.

«La harrijasoketa , el levantamiento de la piedra, comienza en las canteras, con los peones que tenían que llevar las piedras de un sitio a otro. Ahí era inevitable que tarde o temprano, por juego y por el carácter vasco del reto, de la apuesta... surgiera esta práctica de levantar la piedra al hombro. De la cantera, del trabajo a lo lúdico y a la plaza», subraya.

El libro se cierra con un glosario y una breve biografía de Santos Iriarte Errekartetxo. Harria es un libro de tejer lento por donde pasan de forma invisible también los poetas René Char y Antonio Gamoneda. Un poemario que, como la piedra, adquiere su forma lentamente, bajo el influjo de la erosión, de la lluvia, el viento y el tiempo. «En el libro trato de expresar lo inexpresable, otra realidad donde se encuentra la belleza», concluye el autor.

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