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Un árbol que se alimenta de historias

la princesa micomico y el árbol de la luz Alfredo Álvarez F Ilustr.: Joaquín Olmo. Eolas Ediciones (col. Arándanos. Infantil-Juvenil), León, 2016. 108 páginas.

Publicado por
alfonso garcía
León

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C on el entronque de la estructura de un cuento clásico, la distorsión, con acontecimientos fantásticos e inverosímiles, sitúa la curiosa e interesante novela en una de las fórmulas de enfoque en boga, con el humor y la imaginación como sustento narrativo. Y es que la princesa Micomico, del Reino de Rebás, es una princesa tan especial que, con apenas unos meses, una de sus palabras, gfuá, trajo de cabeza a los sabios del reino, hasta que la niñera interpretó el valor de tal palabra, que se convirtió, por decreto, en fórmula de protesta. La palabra, las palabras se convierten en buena medida en el eje sobre el que pivota el desarrollo argumental. Muy aficionada a la lectura, la princesa Micomico sabía mucho y cuando comenzó a reinar, después de la muerte de su padre, propuso medidas muy populares, entre ellas, por ejemplo, «poner música rock en las clases de matemáticas». Resulta que un hombre misterioso le regaló en cierta ocasión un árbol, cuyo alimento, además del agua, son las palabras. El árbol se alimentaba de historias. Y para que así fuera y creciera, invitó a los habitantes del reino para que, al atardecer, contaran algunas ante el árbol. «Podría decirse por ello y, sin temor a equivocarse, que el reino de Rebás era, en su conjunto, y en gran parte gracias al árbol de la luz, un reino feliz».

Pero… El árbol de la luz fue robado por el gerifalte Trastocató. No adelanto la solución que se buscó para recuperarlo, muy curiosa. Prefiero que sea el lector quien lo haga de forma activa. Lo cierto es que Micomico reinó muchos años, y que «la mayor parte de los cuentos y narraciones que hoy podemos leer en los libros fueron soñados, inventados y contados en aquellas tardes y noches al lado de un árbol mágico que se alimentaba de palabras». Escrito con naturalidad, de prosa cercana y fácil, cuidada, la fluidez permite una lectura atractiva y amena, en la que llama la atención, por ejemplo, y entre tantos, el lenguaje rimado del trovador Gafasdepast. Con las palabras que titulan cada capítulo se construye una frase alentadora: «Escuchar un buen cuento alimenta tanto como un exquisito manjar». Que aproveche.

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