Inesperada visión de los enanos

R esulta sorprendente el tono de aparente impersonalidad de la portada: un rostro infantil e inexpresivo, con cara de sorpresa.Puede creerse incluso que recoge la actitud de alguno de los protagonistas. De entre todas no parece razonable la afirmación que ofrece la sobrecubierta: «Una historia desopilante en la que el lector no puede parar de reír». Más que reír, la acción produce una cierta sensación de tristeza, viendo las aventuras o desventuras de Milagro León y Perico, su compañero, enanos los dos. Es difícil captar este fondo humorístico cuando los enanos protagonistas confiesan con crudeza al comienzo: «Es raro ser enano. Muy raro». Y continúan: «Perfectamente inútiles; los enanos no servimos para casi nada.» Este tono desolado, negativo, persiste a lo largo de las páginas, a pesar de las situaciones de felicidad vividas por los protagonistas.

Para este comienzo empapa de desolación la trama novelesca. Un velo de tristeza flota sobre la narración, palpable en los comentarios al respecto. Y no es que los dos enanos atraviesen por circunstancias laborales o sociales adversas; a fin de cuentas, hasta el final, tienen éxitos profesionales tan llamativos que pueden comprarse un terreno e incluso un barrio exclusivo para los enanos. Pero las circunstancias cambian, el negocio, después de un sonado triunfo, se va a pique, aparecen ciertas mujeres y todo camina hacia el fracaso. Bien lo afirma uno de ellos en las primeras páginas: «Lo que pasó, pasó. Y me pasó por enano. Si no fuera enano, no me habría pasado». Esta suerte de malditismo condiciona la acción. Carlos María Robles, el empresario, y las mujeres, Eliana, Susana, Titi Figueroa, Cristina Viatri sorprenden en su actitud ante el amor. Y la presencia simbólica de la Blancanieves del cuento eterno, actúa como personaje inesperado.